lunes, 17 de febrero de 2014

Sobre castigos y perdones

Extracto de "Lo del golferío lo entiendo, pero ¿lo de los principios?", que a su vez lo extrae del libro The ethical slut

No hay que avergonzarse de haberse creído las mentiras de alguien, y la mayoría en algún momento hemos dado nuestra confianza a alguien que resultó que no se la merecía. Es posible engañar a una persona honesta, pero esperamos que tengas la suficiente humildad para aprender de tus errores y que no te engañen dos veces. 

Esta es la teoría. Y yo puedo estar bastante de acuerdo. Si alguien te engaña gravemente, debes actuar en consecuencia. Denunciarlo (socialmente, se entiende). Y alejarte de esa persona. Cómo actuar desde un punto de vista comunitario ante alguien que ha cometido una infracción a ojos de la comunidad es algo que se ha discutido ya bastante (como este artículo de Brigitte Vasallo).

He estado dándole muchas vueltas al tema de la culpa, el castigo y el perdón, y de las causas y las consecuencias.  En el último año me he cabreado demasiado con demasiadas personas demasiado importantes para mí. Creía que el concepto de culpa era algo que tenía superado, pero descubrí que no, que lo seguía usando a pesar de todo... Especialmente al pensar en el castigo que sigue a la culpa. O la penitencia. Trato de evitarlo, trato de pensar en causas y consecuencias... "Alguien me hace daño (causa), así que me cabreo (consecuencia)". Y lo que sigue es el resultado de mi enfado. Pero planteándolo así, las ganas de que la persona que me hace daño lo pase mal no desaparecen.

Hasta aquí es más o menos sencillo. Revisión constante, pasarlo mal a ratos, pero el esquema es fácil. Recordar cual es el objetivo. ¿Quiero realmente hacerles daño? Lo cierto es que no. Recordar eso suele ser suficiente para que el esquema causas-consecuencias vuelva a funcionar bien. Y parte del cabreo se vaya diluyendo.

Pero no solo son causas y consecuencias sobre los actos de otras personas. También es sobre los míos. Y a veces, denunciar algo trae como consecuencia un mayor aislamiento. Y sí, alejo de mí a quien me hace daño... pero al alejar a personas que me importan, también me deja a mí un poco más sola de lo que estaba antes. Y al final, con tanta historia de cómo actuar éticamente, una acaba destrozada anímicamente.

Luego viene el perdón (perdón del castigo, castigo posterior a la culpa). ¿Se puede perdonar sin creer en las culpas ni los castigo? Me temo que no. Así que esto también va dentro del pack "consecuencias". El dolor se va suavizando (según el caso) y puede llegar un momento en que valga la pena recuperar la relación, en base a la suposición de que en el futuro os podéis dar mutuamente cosas positivas en ambos sentidos.

Pero, ¿realmente es justo enfocarlo así, sin más? En realidad, dentro de las causas que llevan a esta consecuencia (la reconciliación) puede que no sea todo tan bonito. "Sobre el papel todo aguanta", como me han dicho alguna vez. Pero a la práctica... Estoy harta de soledades. Muy muy harta de soledades. Harta de echar de menos. Harta de vacíos. Harta de dolor y de frustraciones. Necesito distraerme de todas las penas que he ido acumulando. Necesito risas. Necesito pasar página de tantos miedos. Y todo esto también va en la balanza.

Así que la justicia depende de lo que puedas permitirte. Si tu comunidad no te apoya cuando lo necesitas, no hay nada que puedas hacer individualmente para compensarlo. Si tu comunidad prefiere pasar página rápido rápido, no adaptarte a ello puede significar perder a tu comunidad. Creo que nunca había sido tan consciente de mi propia vulnerabilidad (dependencia de la comunidad) como en este último año.

Y luego está la otra cara de la moneda. He estado pensando también en qué pasa si eres la persona infractora (infractora de los códigos no escritos de la comunidad). Me imagino haciendo algo que no debo, y me imagino una hipotética comunidad actuando como creo que debe hacerse (según la suposición de que "lo que se debe hacer" es esto). Me imagino quedándome (por lo menos temporalmente) aislada de esa comunidad, expulsada. Y entonces tampoco le encuentro sentido.

De nuevo, creo que se trata más de saber dar apoyo a quien lo ha pasado mal que no de maltratar o aislar a quien ha hecho mal. El problema es que a menudo no es posible dar el apoyo comunitario necesario sin aislar parcial o totalmente a otra persona. Aquí empiezo a perderme bastante y asumo que no soy capaz de predecir el mejor camino a seguir en cualquier caso imaginable. Así que decido aceptar que solo tengo el primer paso: priorizar el apoyo a quien ha sufrido. Solo con eso, cambiaría todo. Una comunidad que dé apoyo es una comunidad que facilita que las personas cuenten lo que les ha pasado y eso en sí mismo es un freno a los abusos. Una comunidad que NO da apoyo, es una comunidad que condena (aunque sea sin pretenderlo) a quien ha sufrido un abuso.

Resistencia

Me fascinan los libros de ciencia ficción en los que hablan de la empatía como quien habla de telepatía. Comunicación de pensamientos (telepatía) y comunicación de emociones (empatía), en ambos casos sin necesidad de verbalizar nada. Por ahora los libros de este tipo que he encontrado estaban escritos por mujeres... y no creo que sea casualidad. Uno de los puntos que suelen abordar es la necesidad de un entrenamiento para poder practicar ambas cosas. Es bonito imaginar que el potencial está ahí, supongo que eso lo que me gusta. Pero también la parte de "es necesario un entrenamiento". Lo he sentido así toda la vida. Por eso la primera vez que encontré uno de estos libros fue como un revelación religiosa.

Hace años L. me enseñó parte del misterio. Una no puede controlar las emociones directamente, pero sí puede controlar los pensamientos. Y ambas cosas están ligadas. Cuando entras en un bucle, sientes que no vas a poder salir de él jamás de los jamases, pero puedes recordar racionalmente que eso no es cierto. Y hasta puedes llegar a decidir ponerte a pensar en otra cosa. Puedes aprovechar los momentos en que estás bien para ir preparando la vía de escape, decidir temas, que tienen que ser algo que te interese lo bastante como para engancharte a la que lo empieces, para no volver a caer en los pensamientos en bucle.

Aun tengo que recordármelo a menudo. Y he aprendido que a veces es mejor tirar una noche, o una tarde, en pensamientos sin sentido, y limitarse a aprovechar un cambio en las circunstancias para salir de ahí (corriendo con todas las ganas). Un cambio como... dormir. O encontrarse con otra persona. Incluso aunque no sea físicamente.

No es la única que me ha enseñado cosas importantes sobre el (auto)control emocional. También S. y M. me ayudaron... Por ejemplo, con el tema de los horarios. Lo primero es ordenar los horarios de dormir y de comer. Fijarse también en la dieta. Y en la rutina del resto del tiempo. Dándole importancia a cosas como tener alguna actividad física o ver la luz del sol. Ver la luz del sol es otra de las cosas que me obsesiona.

Aunque algunos de estos "secretos revelados" tienen su contrapartida. Como generar nuevas adicciones. O la necesidad de dedicar grandes cantidades de tiempo y energías a conseguir todo eso. Y luego a mantenerlo. Y la obsesión con todo ello. Y la ansiedad fruto de la lucha contra la ansiedad. Todo muy paradójico.

En realidad esto también es "lucha contra el cisheteropatriarcado y el capitalismo salvaje". Porque esto es resistencia. Y es tener armas para conocerte a ti, conocer al resto de personas y conocer al sistema mismo. Entender la manipulación constante. Quien nunca ha sabido lo que es luchar continuamente contra sí mismx, nunca podrá ver el mundo como lo veo yo.

Y todo lo que me queda por saber... Comer poco induce a la depresión. El sexo y el  chocolate ayudan a combatirla. La comida mejor caliente. Dormir de más tampoco va bien. En general, todo tiene unos límites en los que puede ser positivo y es mejor no sobrepasarlo. Pero si te concentras demasiado en todo eso, no vives. Y vivir es importante.

Y mientras no olvidar la causa de todo esto. "El cisheteropatriarcado y el capitalismo salvaje". Saber que en el fondo de todo están los sueños robados. Vivir sin objetivos no tiene sentido, y una no puede hacerlo durante demasiado tiempo. Así que mientras tratas de ordenarlo todo, tienes que ser capaz también de volver a tener objetivos, ilusiones, una razón por lo que valga la pena todo lo demás.

viernes, 7 de febrero de 2014

Dinamita

Cada vez que M. mira a un chico guapo, me da envidia. Porque es capaz de ver solo a un chico guapo. Sin toda la mierda que me viene a la cabeza cada vez que hago lo mismo, todos los prejuicios, todas las defensas adquiridas. Ve a un chico guapo y nisiquiera necesita ver que es buena persona, o especialmente tolerante, ya no digamos que sea consciente de sus privilegios.

Y me acuerdo de ese chico de clase. Guapo, con barba, simpático, un encanto... Pero que no veía el machismo de los anuncios machistas. Decía que "solo reflejan la realidad". Y luego apoyaba a un mal profesor, que también soltaba sus comentarios machistas de vez en cuando, sencillamente porque no suspendía demasiado. Aunque pusiera las notas en base a sus prejuicios, qué más da. Supongo que cuando esos prejuicios te benefician, puedes decidir que "no es para tanto".

"No es para tanto". Siempre esa gran frase. No es para tanto que abusen de una menor (concretamente, de una niña de 7 años) si solo es una vez, porque "no le quedará tanto trauma". Lo leo hoy en un comentario en eldiario.es y no puedo salir de mi asombro.

El careto de Woody Allen y esa inquietante pregunta (¿cuál es tu película favorita de Woody Allen?) llevan persiguiéndome tres días. El tiempo que ha pasado desde que leí la entrada de Erika en elcaminorubi. Y luego el artículo de Beatriz Gimeno en eldiario.es. De éste, ni me atreví a mirar los comentarios. Y ya que estaba, me puse a leer la carta original de Dylan Farrow.

Me he estado acordando mucho de cuando mi madre nos pidió que no fuéramos a ver películas suyas. Y no le hicimos caso. ¿Quién le ha hecho nunca caso? Solo es una mujer sin carrera universitaria y sin trabajo remunerado. Poco más que un cero a la izquierda. Una histérica... "Las histéricas se apoyan entre sí".

He estado pensando muchas cosas. Igual que Erika, me doy cuenta de que yo especialmente no puedo dejarme llevar por la inercia de creer al tío rico blanco famoso cisgénero hetero solo porque es un tío rico blanco etc etc. ¿Cómo yo, que sé lo que duele el silencio y el miedo y el miedo al silencio y el miedo a hablar y al miedo a todo en general, cómo yo puedo no darle importancia?

Y ya había decidido que no escribiría sobre esto, pero la furia me supera. Furia contra todos los privilegios masculinos. Furia contra el silencio. Furia contra el dolor. Furia contra la ausencia de salidas. Furia contra esta mierda de asfixia con la que vivo. Sé que esto no arregla nada, pero es que no hay nada que arregle nada.

Así que vuelvo a ver a ese niño que no sabe lo que hace. Realmente no sabe lo que hace. Solo juega a dominar. Solo se aprovecha del poder que tiene porque lo tiene. Y nadie hace nada para impedírselo. Tenemos demasiado miedo. No sabemos que no tenemos ninguna obligación de hacerle caso. Nosotrxs tampoco sabemos. ¿Qué sabes a los cuatro años? ¿Te acuerdas de lo que sabías? ¿Te acuerdas de algo? Yo me acuerdo. Me acuerdo de la separación de mis padres, de las lágrimas de mi madre, de la angustia vital, de la tristeza. Me acuerdo del color gris. Me acuerdo de NO tener amigxs, solo esos tres, que eran de cursos superiores, porque ninguna persona de mi clase se atrevía a jugar conmigo. No se atrevían porque él lo había prohibido.

Muchas veces he rememorado esa época, obsesivamente, temiendo que se me escapara algún detalle, temiendo olvidar y ser incapaz de comprenderme nunca más. En mi cabeza están los dos hechos íntimamente ligados: la separación y el abuso. Se me han olvidados los nombres. Casi mejor así. No querría tener la oportunidad de buscar sobre mis pasos. No querría realmente saber qué fue de él, ni de ella.

¿Quién decide qué es "para tanto"? Yo digo que si afecta a tu vida, es que lo es. Si lo sientes así, es que lo es. Y me importa una mieda que para el resto no lo sea. Para mí fue "para tanto". El post de Erika me afectó porque me describía.

Porque sí, vivir abusos siendo una cría te enseña a:
  • abandonar tu cuerpo sabiendo que es la única manera de no sufrir
  • mentir patológicamente para crear un mundo de fantasía donde puedas explicar la mierda que vives
  • desarrollar una sexualidad corrosiva
  • atentar contra ti por creer ser la causa de lo ocurrido
  • tejer dolor-placer-vergüenza en una misma trama
  • caminar por la vida con la sensación de estar sucia todo el tiempo 
  • creer que hay algo malvado en ti
  • pensar que mereces un castigo por todo lo que has provocado
  • ocultar tu cuerpo porque él es el culpable de tu Infierno Particular
  • vivir atada a fantasías sexuales en las que el abuso se repite
  • morir, a querer morir y buscar la manera de conseguirlo

(Cada vez que lo leo me pongo a temblar. Me veo tumbada en ese suelo frío, en silencio mortal, con la mirada perdida. Me veo contándole a mi madre que dentro de mi cabeza tengo muchos amigos con los que hablo y a los que les cuento mis cosas. Me veo durante toda mi infancia sintiéndome muy muy culpable por mi atracción hacia el sexo. Me veo en uno de esos momentos con toda mi contradicción de placer-rechazo-miedo-ascodemimisma. Me veo preguntándome de por vida qué está bien y qué está mal, qué es sano y qué no lo es, especialmente si tiene relación con el sexo. Me veo aun ahora siendo incapaz de desnudarme a menos que me den mucha mucha confianza. Me veo teniendo fantasías BDSM muy muy bestias desde mucho mucho antes de conocer la existencia del BDSM. Y de mi relación con la muerte, ya si eso, otro día.)

Me he acordado de muchas cosas en estos tres días. Como de ese profesor que prefirió mirar hacia otra parte cuando fui a explicárselo (después de armarme de valor durante muchos muchos días). Cuántos años me costó entender que solo era un hombre cobarde que no quería complicarse la existencia, que no era que no me hubiera oído, ni que no se lo hubiera explicado bien, sino que sencillamente no se quiso dar por enterado, preferió quedarse con su "no es para tanto" particular, prefirió todas las excusas antes que mi verdad.

O como de su hermano, él sí bastante mayor (para mí solo eso, "un chico mayor"), que prefirío reñirme a mí una vez que vio lo que sucedía. Le dijo que eso era cosa "de personas mayores", y me dijo a mí que no debería dejarle. Y yo callé, en vez de gritarle que yo no le había dejado hacer nada, que su hermano era un **** violador y que hiciera el favor él de compartarse como un hermano mayor y le enseñara a no hacer lo que hacía (obviamente no podría haber dicho nada de todo eso, ¿qué sabes a los 4 años?). Solo durante el último año he sido capaz de relacionar el episodio del hermano mayor con el concepto de "culpabilizar a la víctima" (aunque en inglés suena mejor... en inglés siempre suena mejor).

Durante estos tres días he visto repetidamente como se decía que "en este caso" bla bla bla. Esto no va de Woody Allen, ni siquiera de Dylan Farrow, ni siquera sobre mí, ni sobre mi historia. Esto va de los millones y millones de supervivientes atadxs a su silencio. Y de lo que sucede cuando se rompe ese silencio: todos los focos hacia la persona superviviente, aunque sea una cría de 7 años (¡7 años!). "No me digas a mí cómo evitar ser violada, dile a ellos que no violen". Deja de valorar mi experiencia como víctima o como superviviente, o como cuenta-cuentos (qué más da), y empieza a valorar cómo decirle a nuestrxs agresores que no lo sean y cómo vas a impedírselo la próxima vez.

Esto no va de meter a gente la cárcel, ni de cómo cambiar las leyes para endurecer las penas. Esto va de cómo damos apoyo a quien ha sufrido violencia. Esto va de dinamitar el silencio.