El derecho al agua es uno de tantos sobre los que no suelo escribir y que son fundamentales. Estando en Nicaragua fue uno de los temas sobre los que aprendí un poco más (no mucho). Estuve en una reunión de un grupo de los que intentan autogestionarse el acceso al agua, con aportación de ONGs varias. Para acceder a estas aportaciones tienen que comprometerse a pagar el mantenimiento posterior. Una cantidad que según los estándares europeos parecería una miseria. Y sin embargo este era el punto sobre el que discutían, cómo conseguir que todas las personas de cada grupo pagaran su parte. Y los problemas que se derivan del impago: el riesgo que supone que una de las personas del grupo ponga el dinero que falta confiando en que quienes no han pagado lo acabaran haciendo. La solución que buscaban era crear personas jurídicas con capacidad de endeudarse, y el siguiente problema: quién hace los trámites y quién los paga.
Luego estuve hablando con M. sobre toda esta historia, y ella decía que en realidad sería mucho más útil invertir dinero (por parte de las ONG) en pagar todo el proceso legal para demandar al estado y exigir que garantice el acceso al agua para todas las personas, y que lo mismo sucede en tantos otros lugares.
El acceso al agua intersecciona con "todo". Es obviamente una cuestión de riqueza, clase, y también, de género. Prácticamente en todo el mundo son las mujeres las que se ocupan de conseguir agua. Es uno de esos temas que el feminismo blanco demasiado a menudo olvida. Luego, por supuesto, también intersecciona con la opresión racista y tantas otras. Al final todas las opresiones tienen consecuencias en el acceso a los recursos y a la vida misma.
En esa reunión sobre cómo conseguir constituir personas jurídicas por parte de personas cuyo único interés es tener agua se vieron reflejadas muchas de estas opresiones paralelas. Empezando por el lenguaje y las formas. Una presentación formal, medio presentación de empresa, medio clase para criaturas. Elitismo y paternalismo. También, algunos comentarios machistas, alguno de los cuales fue contestado por una de las pocas mujeres presentes. Y presunción generalizada de que quien no paga es porque no quiere. Y que a esas personas lo mejor es cortarles el agua y así ya verás que sí que pagan.
Marché hace meses y aun no sé. Es lo único que conseguí concluir: no sé.
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jueves, 20 de agosto de 2015
miércoles, 6 de mayo de 2015
No persona
Me obsesiona el binomio sentir y razonar. Nada nuevo.
Me explico y sobre-explico, razonando lo irracional, pero no sirve. Es esto. Pero las personas no se mueven en un plano racional, sino en uno emocional. De nada sirve que expliques todo, hasta el último detalle, si lo que transmites emocionalmente es otra cosa.
Y lo enlazo con el tema poliamor. Si eres leída como persona "completa", y no como persona necesitada de todas las cosas que teóricamente necesitamos en el mito de la media naranja, serás leída también como persona a quien se puede herir sin problemas porque puede aguantarlo todo. Como si el dolor de una persona segura fuera menos dolor que el de una persona insegura. Como si mis necesidades fueran menos importantes por saber cuáles son y poder explicarlas.
Y lo enlazo con el concepto de no-persona. Es la característica de cualquier grupo oprimido. Cualquier persona de un grupo oprimido es leída como menos persona que una persona del grupo privilegiado. Si se combinan varios tipos de opresión, se acumulan grados de no-persona. De ahí el problema de los derechos humanos, que no pueden ser aplicados sobre seres a los que no se consideran humanos.
Y salto al privilegio de ser sociable. Una persona sociable y una no sociable pueden explicar una misma cosa, por ejemplo un sentimiento nacido de una determinada situación. Jamás serán escuchadas de la misma manera. Cuántas veces otra persona dice justo lo que acabo de decir y a la otra le ríen la gracia y a mí me ignoran...
Hablaba con distintas personas sobre los filtros que ponemos cuando conocemos a gente nueva. Filtros para decidir si esa persona puede ser más importante o menos en tu vida. Para mí, lo principal es conseguir ver si la otra persona me está leyendo y tratando como persona o no. Y es mucho más difícil de lo que pueda parecer descubrirlo.
Y me doy cuenta de que las personas que son como yo, raras (leídas raras por la mayoría de gente), tienen más dificultades en poner los filtros porque es muy difícil encontrar personas que realmente te lean como persona. Nos acostumbramos a que nos traten mal. Y nos acostumbramos a aceptar como gran cosa solo el hecho de que nos miren. Esto significa, también (porque de por sí ya es bastante duro), que es difícil que podamos permitirnos poner otros filtros, tener en cuenta otros aspectos que no sean simplemente ese. (Y esto creo que está directamente relacionado con el hecho de que nuestras probabilidades de ser maltratadas sean mucho más altas, o que caigamos sistemáticamente en amistades/parejas a las que nos dedicamos más de la cuenta y que están desequilibradas y viciadas de inicio)
Me explico y sobre-explico, razonando lo irracional, pero no sirve. Es esto. Pero las personas no se mueven en un plano racional, sino en uno emocional. De nada sirve que expliques todo, hasta el último detalle, si lo que transmites emocionalmente es otra cosa.
Y lo enlazo con el tema poliamor. Si eres leída como persona "completa", y no como persona necesitada de todas las cosas que teóricamente necesitamos en el mito de la media naranja, serás leída también como persona a quien se puede herir sin problemas porque puede aguantarlo todo. Como si el dolor de una persona segura fuera menos dolor que el de una persona insegura. Como si mis necesidades fueran menos importantes por saber cuáles son y poder explicarlas.
Y lo enlazo con el concepto de no-persona. Es la característica de cualquier grupo oprimido. Cualquier persona de un grupo oprimido es leída como menos persona que una persona del grupo privilegiado. Si se combinan varios tipos de opresión, se acumulan grados de no-persona. De ahí el problema de los derechos humanos, que no pueden ser aplicados sobre seres a los que no se consideran humanos.
Y salto al privilegio de ser sociable. Una persona sociable y una no sociable pueden explicar una misma cosa, por ejemplo un sentimiento nacido de una determinada situación. Jamás serán escuchadas de la misma manera. Cuántas veces otra persona dice justo lo que acabo de decir y a la otra le ríen la gracia y a mí me ignoran...
Hablaba con distintas personas sobre los filtros que ponemos cuando conocemos a gente nueva. Filtros para decidir si esa persona puede ser más importante o menos en tu vida. Para mí, lo principal es conseguir ver si la otra persona me está leyendo y tratando como persona o no. Y es mucho más difícil de lo que pueda parecer descubrirlo.
Y me doy cuenta de que las personas que son como yo, raras (leídas raras por la mayoría de gente), tienen más dificultades en poner los filtros porque es muy difícil encontrar personas que realmente te lean como persona. Nos acostumbramos a que nos traten mal. Y nos acostumbramos a aceptar como gran cosa solo el hecho de que nos miren. Esto significa, también (porque de por sí ya es bastante duro), que es difícil que podamos permitirnos poner otros filtros, tener en cuenta otros aspectos que no sean simplemente ese. (Y esto creo que está directamente relacionado con el hecho de que nuestras probabilidades de ser maltratadas sean mucho más altas, o que caigamos sistemáticamente en amistades/parejas a las que nos dedicamos más de la cuenta y que están desequilibradas y viciadas de inicio)
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jueves, 22 de enero de 2015
Ansiedad social
Ayer la bombona de gas se terminó. El sistema que tenemos en casa no consiste en tener varias bombonas de repuesto y cambiarlas por nuevas cuando es conveniente, sino que solo hay una bombona y cuando se termina hay que llamar (por teléfono) para que traigan otra. La parte buena es que el servicio es muy rápido, en menos de media hora tienes una bombona llena. Pero para mí tiene una dificultad muy seria: la necesidad de llamar.
Luego por la tarde el plan era quedar en un bar con otras personas. Personas a las que yo no conocía, pero que mi hermana quería presentarme. En principio, parecía que ella vendría a buscarnos (a mí y a mis sobrinos) para ir hasta allí, pero luego vio que no le daba tiempo, así que contactó con un taxista para que nos viniera a buscar. Es decir, hizo buena parte del trabajo más difícil para mí, contactó con estas personas y concertó la cita (varias llamadas para ello), y llamó también al taxista para que viniera. Y aun así, una parte de mí temblaba pensando que yo no sería capaz de hacer la parte restante, subir al taxi con mis sobrinos e ir hasta allí. Simplemente porque era ir a ver personas desconocidas en un país desconocido, subiendo en un taxi con un taxista que seguramente esperaría de mí que le acabara de dar indicaciones sobre la dirección y con quien (¡horror!) se supone que yo debía negociar el precio antes de salir. Esto último no llegué a hacerlo, pero por lo menos llegamos donde teníamos que llegar y hablé con quien tenía que hablar.
Ansiedad social. Ayer fue un día muy tenso. Como lo han sido muchos desde que llegué. Estamos en una casa que parece que estuvo vacía bastante tiempo, y aunque en general está bien, le van saliendo cosillas que hay que reparar. Y me toca buena parte de la función de supervisión. Cuando tengo a la gente físicamente delante lo llevo bastante bien. Salvo los momentos en que intentan ligar conmigo, que no sé cómo reaccionar, pero tampoco son todos. Podría ser mucho peor. Lo que llevo peor es que la gente que viene a arreglar cosas a menudo es gente que no sabe donde está la casa, y aquí las direcciones no son fáciles de dar. Desde el lugar X (conocido por todo el mundo en esta ciudad), 4 cuadras al este, luego una al norte, verá que hay el lugar Y, y de ahí, 3 casas a la izquierda, hasta que vea un portón metálico rojo. A lo que te preguntan, pero entonces, ¿está al lado del lugar Z, delante de la casa de la señora W? Y claro, no basta dar la dirección una vez. Suelen llamar justo antes de llegar para acabar de pedir indicaciones. Llamar, sí, por teléfono. La mayoría de gente no suele entenderlo, pero para mí, solo el sonido del teléfono ya me pone en alerta, como si fuera el aviso de un terrible peligro. Aunque Nicaragua tiene algunas ventajas en esto, aquí la costumbre de hablar con completos desconocidos es tan común que la gente no se pone nerviosa al hacerlo, hablan con naturalidad (signifique lo que signifique eso), y eso facilita que pueda disimular un poco mejor mis nervios, porque no tengo la sensación de que me estén estudiando con tanta atención como en Barcelona.
Después de 29 años (casi 30) luchando contra la ansiedad social, puedo decir que no es algo que yo haya elegido. Si de repente, por arte de magia, pudiera hacer que "se me pasara", por supuesto lo elegiría, y llamaría por teléfono felizmente, y conocería a toda esa gente interesante a la que siempre he querido conocer, y ligaría un montón. Pero especialmente, si me encontrara con una persona con ansiedad social no le pediría que lo supere. Como si fuera una elección de esa persona. Tampoco la forzaría a llamar por teléfono con argumentos como, "yo ya he llamado muchas veces, ahora te toca a ti" (como si fuera lo mismo para ambas). Si estando en una reunión social, viera que está entrando en pánico, tendría paciencia con ella, trataría de escuchar qué es lo que cree que más le conviene en ese momento, y no la juzgaría ni la miraría como a un bicho raro, no le dedicaría mi cara de "¿qué está mal contigo?". Si viera que no liga, no asumiría directamente que es una monja o que el sexo no le interesa, como si el deseo fuera lo único que importa. Intentaría ser clara con mis intenciones, intentaría decir con palabras qué es lo que espero de nuestra relación, intentaría poner en palabras las normas no escritas. O por lo menos, haría eso, si esa persona me indicara que su ansiedad social tiene orígenes parecidos a la que tiene la mía ahora. Y por supuesto, intentaría valorizarla como merece, tanto dentro de mi cabeza, como en mis actos al relacionarme con ella.
Luego por la tarde el plan era quedar en un bar con otras personas. Personas a las que yo no conocía, pero que mi hermana quería presentarme. En principio, parecía que ella vendría a buscarnos (a mí y a mis sobrinos) para ir hasta allí, pero luego vio que no le daba tiempo, así que contactó con un taxista para que nos viniera a buscar. Es decir, hizo buena parte del trabajo más difícil para mí, contactó con estas personas y concertó la cita (varias llamadas para ello), y llamó también al taxista para que viniera. Y aun así, una parte de mí temblaba pensando que yo no sería capaz de hacer la parte restante, subir al taxi con mis sobrinos e ir hasta allí. Simplemente porque era ir a ver personas desconocidas en un país desconocido, subiendo en un taxi con un taxista que seguramente esperaría de mí que le acabara de dar indicaciones sobre la dirección y con quien (¡horror!) se supone que yo debía negociar el precio antes de salir. Esto último no llegué a hacerlo, pero por lo menos llegamos donde teníamos que llegar y hablé con quien tenía que hablar.
Ansiedad social. Ayer fue un día muy tenso. Como lo han sido muchos desde que llegué. Estamos en una casa que parece que estuvo vacía bastante tiempo, y aunque en general está bien, le van saliendo cosillas que hay que reparar. Y me toca buena parte de la función de supervisión. Cuando tengo a la gente físicamente delante lo llevo bastante bien. Salvo los momentos en que intentan ligar conmigo, que no sé cómo reaccionar, pero tampoco son todos. Podría ser mucho peor. Lo que llevo peor es que la gente que viene a arreglar cosas a menudo es gente que no sabe donde está la casa, y aquí las direcciones no son fáciles de dar. Desde el lugar X (conocido por todo el mundo en esta ciudad), 4 cuadras al este, luego una al norte, verá que hay el lugar Y, y de ahí, 3 casas a la izquierda, hasta que vea un portón metálico rojo. A lo que te preguntan, pero entonces, ¿está al lado del lugar Z, delante de la casa de la señora W? Y claro, no basta dar la dirección una vez. Suelen llamar justo antes de llegar para acabar de pedir indicaciones. Llamar, sí, por teléfono. La mayoría de gente no suele entenderlo, pero para mí, solo el sonido del teléfono ya me pone en alerta, como si fuera el aviso de un terrible peligro. Aunque Nicaragua tiene algunas ventajas en esto, aquí la costumbre de hablar con completos desconocidos es tan común que la gente no se pone nerviosa al hacerlo, hablan con naturalidad (signifique lo que signifique eso), y eso facilita que pueda disimular un poco mejor mis nervios, porque no tengo la sensación de que me estén estudiando con tanta atención como en Barcelona.
Después de 29 años (casi 30) luchando contra la ansiedad social, puedo decir que no es algo que yo haya elegido. Si de repente, por arte de magia, pudiera hacer que "se me pasara", por supuesto lo elegiría, y llamaría por teléfono felizmente, y conocería a toda esa gente interesante a la que siempre he querido conocer, y ligaría un montón. Pero especialmente, si me encontrara con una persona con ansiedad social no le pediría que lo supere. Como si fuera una elección de esa persona. Tampoco la forzaría a llamar por teléfono con argumentos como, "yo ya he llamado muchas veces, ahora te toca a ti" (como si fuera lo mismo para ambas). Si estando en una reunión social, viera que está entrando en pánico, tendría paciencia con ella, trataría de escuchar qué es lo que cree que más le conviene en ese momento, y no la juzgaría ni la miraría como a un bicho raro, no le dedicaría mi cara de "¿qué está mal contigo?". Si viera que no liga, no asumiría directamente que es una monja o que el sexo no le interesa, como si el deseo fuera lo único que importa. Intentaría ser clara con mis intenciones, intentaría decir con palabras qué es lo que espero de nuestra relación, intentaría poner en palabras las normas no escritas. O por lo menos, haría eso, si esa persona me indicara que su ansiedad social tiene orígenes parecidos a la que tiene la mía ahora. Y por supuesto, intentaría valorizarla como merece, tanto dentro de mi cabeza, como en mis actos al relacionarme con ella.
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viernes, 3 de octubre de 2014
Nombrar la locura
Leo un texto hablando de Asperger. Otro más, casi de casualidad. Y como las otras veces me encuentro comparandome. Con la sensación de que habla de mí, pero no. Porque en algunas cosas no me parezco en nada. Y sin embargo, me cala esto de "No es fácil darse cuenta de que eres diferente de los que te rodean, de que no interpretas la realidad como ellos."
Y entonces empiezo a darle vueltas a esto de la psiquiatrización. Cómo todo se convierte en un transtorno mental. La necesidad de nombrarlo para que exista. El marcar la línea de lo enfermo y lo sano. La palabra "discapacidad".
"Aunque puede parecer impactante que te digan que has nacido con una discapacidad, la verdad es que saberlo ayudó a que mi familia y mis conocidos entendieran un poco mejor mi manera de relacionarme con los demás. Y dejaran de inquirirme porque no me relacionaba al mismo nivel que mis semejantes."
Nombrar algo que me sucede, llamarlo discapacidad, para que la gente de mi alrededor deje de prentender que sea de una manera distinta a la que soy.
Y entonces recuerdo ese día, hace unos meses. Cuando fui a una charla que me hacía mucha ilusión, y se llenó de gente. Había mucha gente en muy poco espacio. Y yo conocía a muchas de la personas que estaban, así que tenía como cierta obligación de actuar en consecuencia, saludar, sonreír, hablar un poco aquí y allá.Empecé a ponerme nerviosa Me puse más nerviosa que de constumbre. Ansiedad. Subiendo. Intenté las cosas que suelo intentar cuando me sucede esto. Pero mis recursos demostraron ser insuficientes. Hasta el punto de decidir marcharme.
Y se lo dije a M, que estaba ahí. La única persona de quien sabía que tenía que despedirme sí o sí. Cuando le dije que me iba empezó el ritual de quejas, "pensaba que vendrías a cenar". Pero cuando dije claramente "me estoy agobiando demasiado", el ritual se detuvo de golpe. Me dijo que de acuerdo, que ya nos veríamos otro día y me dio un abrazo.
Si la gente actuara como M ese día, no haría falta nombrarme loca, enferma, discapacitada.
Otro día hicimos un gráfico de grados de privilegio en distintos ejes. Uno de ellos era, por supuesto, diversidad funcional. No se trata de decir "qué grado de discapacidad tengo", sino "qué grado de privilegio tengo por funcionar de una manera más parecida a la de la mayoría". No me puse el 100%, porque considero que manera de relacionarme con la gente es muy incomprendida.
Me doy cuenta de que me afecta mucho más de lo que pueda parecer. Por ejemplo, cuando conozco a alguien que me parece interesante, suelo asumir que no será capaz de entenderme cuando vea mis rarezas en todo su esplendor. Por mucho que avise de entrada de que no soy muy sociable, es más probable que me discutan que no que se lo crean. Y entiendo que me discutan, he conseguido aprender a fingir estar bien incluso cuando estoy al límite de lo soportable. Tanto, que también he tenido que aprender a decir verbalmente que no estoy bien. Sé que no soy la única. Primero aprendemos a fingir que no sentimos lo que sentimos, luego aprendemos a fingir que sentimos lo que sentimos, tanto penas como alegrías, y entonces las exageramos, porque es la única manera de establecer comunicación emocional.
Pienso mucho en los códigos de conducta y los rituales diarios. Pequeñas rutinas de apariencia espontánea y natural. ¿Qué es la naturalidad? Otro ritual más. Tan común como borrar continuamente los errores que cometo mientras escribo por ser diléxica, palabras escritas al revés, borradas y reescritas para dar una apariencia de lenguaje fluido y natural.
Aprendo los rituales. Buena parte de ellos los aprendo de manera consciente. La mayoría lo hace sin darse cuenta. Saber esto es un universo de diferencia. Me relaciono como una persona "normal" hasta que choco contra una de las fronteras de mi conocimiento. Y entonces alguien se da cuenta, lo veo en su mirada, que me dice "qué es esto que veo en ti y no es lo que debería ser", o "por qué no estás haciendo lo que se supone de debes hacer". No es que haya una respuesta única para cada situación. Hay unas cuantas, pero un número limitado. Cuando sucede esto, en mi cabeza resuena un "mierda", como si me hubieran pillado en fatal error. O engaño. ¿Es engañar fingir ser yo? Es un instante de terror, terror a ante esa persona dejar de ser yo y pasar a ser simplemente "ese bicho raro".
Me asumo loca, rara, enferma. Solo yo, sin sistema médico que dé su aprobación. Me asumo todo eso y más para que nadie más tenga el poder de hacerlo antes.
Y entonces empiezo a darle vueltas a esto de la psiquiatrización. Cómo todo se convierte en un transtorno mental. La necesidad de nombrarlo para que exista. El marcar la línea de lo enfermo y lo sano. La palabra "discapacidad".
"Aunque puede parecer impactante que te digan que has nacido con una discapacidad, la verdad es que saberlo ayudó a que mi familia y mis conocidos entendieran un poco mejor mi manera de relacionarme con los demás. Y dejaran de inquirirme porque no me relacionaba al mismo nivel que mis semejantes."
Nombrar algo que me sucede, llamarlo discapacidad, para que la gente de mi alrededor deje de prentender que sea de una manera distinta a la que soy.
Y entonces recuerdo ese día, hace unos meses. Cuando fui a una charla que me hacía mucha ilusión, y se llenó de gente. Había mucha gente en muy poco espacio. Y yo conocía a muchas de la personas que estaban, así que tenía como cierta obligación de actuar en consecuencia, saludar, sonreír, hablar un poco aquí y allá.
Y se lo dije a M, que estaba ahí. La única persona de quien sabía que tenía que despedirme sí o sí. Cuando le dije que me iba empezó el ritual de quejas, "pensaba que vendrías a cenar". Pero cuando dije claramente "me estoy agobiando demasiado", el ritual se detuvo de golpe. Me dijo que de acuerdo, que ya nos veríamos otro día y me dio un abrazo.
Si la gente actuara como M ese día, no haría falta nombrarme loca, enferma, discapacitada.
Otro día hicimos un gráfico de grados de privilegio en distintos ejes. Uno de ellos era, por supuesto, diversidad funcional. No se trata de decir "qué grado de discapacidad tengo", sino "qué grado de privilegio tengo por funcionar de una manera más parecida a la de la mayoría". No me puse el 100%, porque considero que manera de relacionarme con la gente es muy incomprendida.
Me doy cuenta de que me afecta mucho más de lo que pueda parecer. Por ejemplo, cuando conozco a alguien que me parece interesante, suelo asumir que no será capaz de entenderme cuando vea mis rarezas en todo su esplendor. Por mucho que avise de entrada de que no soy muy sociable, es más probable que me discutan que no que se lo crean. Y entiendo que me discutan, he conseguido aprender a fingir estar bien incluso cuando estoy al límite de lo soportable. Tanto, que también he tenido que aprender a decir verbalmente que no estoy bien. Sé que no soy la única. Primero aprendemos a fingir que no sentimos lo que sentimos, luego aprendemos a fingir que sentimos lo que sentimos, tanto penas como alegrías, y entonces las exageramos, porque es la única manera de establecer comunicación emocional.
Pienso mucho en los códigos de conducta y los rituales diarios. Pequeñas rutinas de apariencia espontánea y natural. ¿Qué es la naturalidad? Otro ritual más. Tan común como borrar continuamente los errores que cometo mientras escribo por ser diléxica, palabras escritas al revés, borradas y reescritas para dar una apariencia de lenguaje fluido y natural.
Aprendo los rituales. Buena parte de ellos los aprendo de manera consciente. La mayoría lo hace sin darse cuenta. Saber esto es un universo de diferencia. Me relaciono como una persona "normal" hasta que choco contra una de las fronteras de mi conocimiento. Y entonces alguien se da cuenta, lo veo en su mirada, que me dice "qué es esto que veo en ti y no es lo que debería ser", o "por qué no estás haciendo lo que se supone de debes hacer". No es que haya una respuesta única para cada situación. Hay unas cuantas, pero un número limitado. Cuando sucede esto, en mi cabeza resuena un "mierda", como si me hubieran pillado en fatal error. O engaño. ¿Es engañar fingir ser yo? Es un instante de terror, terror a ante esa persona dejar de ser yo y pasar a ser simplemente "ese bicho raro".
Me asumo loca, rara, enferma. Solo yo, sin sistema médico que dé su aprobación. Me asumo todo eso y más para que nadie más tenga el poder de hacerlo antes.
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martes, 27 de mayo de 2014
Elecciones
Liliana Felipe, de nuevo. "Pero de tanto morirnos al menos nos hemos ganado el derecho a decidir... cómo queremos morir". Elecciones, elecciones... Qué difícil todo, ¿eh?
[Liliana Felipe - Tienes que decidir]
En algún momento he pensado en escribir cosas varias sobre la elecciones europeas de este fin de semana pasado... Pero la verdad es que no creo que pueda decir nada mejor que esto.
[Liliana Felipe - Tienes que decidir]
En algún momento he pensado en escribir cosas varias sobre la elecciones europeas de este fin de semana pasado... Pero la verdad es que no creo que pueda decir nada mejor que esto.
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miércoles, 30 de abril de 2014
Fatoumata Diawara
"They wanted to travel as everyone does. They wanted to cross the ocean.
They were told they didn't have the right. Couldn't their leaders do
something to encourage them to stay home and build a better life
together? This gave them even more desire to travel: the more you are
refused, the greater the desire! People told them "No!" After ten years
of refusal to their visa applications they decide to leave on foot! The
journey takes a day, a year, two years, five years, ten years. Many
perish, they die en route and no one knows any more of them. They are
called "illegals", but I call them warriors as it's not easy to leave
everything behind and to trust in the unknown. In Bambara, we call them
nomads. Travelling has really become part of our culture, which is why I
call them by their real names. This song is dedicated to all the
brothers who die on this trip and to those who have already left! Their
parents cry for them every day!!"
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lunes, 27 de enero de 2014
Actos premeditados
Hace tiempo escribí sobre el libro "Calibán y la Bruja". Hablaba de las tierras comunales y cómo se habían privatizado y cómo esa privatización había perjudicado a las comunidades y muy especialmente a las mujeres de esas comunidades. Aquí un artículo sobre cómo sucede esto: "Así ha expulsado una empresa española a 600 personas de sus tierras en Guinea Bissau" (de eldiario.es).
También hablaba de cómo atacando a las mujeres se ataca a las comunidades. Y de la relación entre machismo y racismo y de cómo suceden por lo mismo y persiguen los mismos objetivos: dividir y debilitar a la población. Aquí otro artículo que lo refleja: "Las exiliadas del ‘femigenocidio’" (de Píkara Magazine). Un breve fragmento:
Lo que tiene Calibán y la Bruja es que cambia la perspectiva y permite ver cosas como éstas de otra manera, con más contexto, como parte de un proceso algo más complejo que meros casos aislados que se van repitiendo.
También hablaba de cómo atacando a las mujeres se ataca a las comunidades. Y de la relación entre machismo y racismo y de cómo suceden por lo mismo y persiguen los mismos objetivos: dividir y debilitar a la población. Aquí otro artículo que lo refleja: "Las exiliadas del ‘femigenocidio’" (de Píkara Magazine). Un breve fragmento:
"Para ejecutar dicha campaña, las mujeres fueron nombradas el enemigo interno y el blanco de todo tipo de violaciones, bajo la idea de si quieres acabar con un sector de la población, acaba con sus mujeres y acabarás con todo. Actos premeditados y misóginos fruto de una política de Estado que utilizó el cuerpo de las mujeres como campo de batalla y que acabó con la vida de más de cien mil."
Lo que tiene Calibán y la Bruja es que cambia la perspectiva y permite ver cosas como éstas de otra manera, con más contexto, como parte de un proceso algo más complejo que meros casos aislados que se van repitiendo.
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lunes, 21 de octubre de 2013
Vengo a llorar
Solía usar este blog para ordenarme las ideas. O para poner por escrito temas que me daban vueltas por la cabeza durante mucho tiempo. Pero ahora estoy en una de mis épocas de luchar contra fantasmas, actividad a la que dedico casi el 100% de mi tiempo.
Se me ha ocurrido, por ejemplo, venir a escribir lo lamentable que es que se dé la noticia de la reacción de las asociaciones de "víctimas del terrorismo" a la sentencia del tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo sobre la "doctrina Parot" sin un mínimo de crítica o contexto. Que digan una barbaridad como "se están vulnerando los derechos humanos de las víctimas de terrorismo"* y no se comente de ninguna manera que decir eso es no tener ni idea de qué son los Derechos Humanos. Que se puede no estar de acuerdo con una sentencia o con una ley, pero no se puede pretender que la venganza es un Derecho Humano. Que no, que no lo es.
Se me ha ocurrido escribir sobre esto, pero el nudo que tengo en el pecho hace que solo me vea capaz de llorar. "Para qué insistir si ya está todo perdido". "A quien coño le importan los derechos humanos". "Tanto matiz, tanta polla, para qué, si luego caen por centenares de golpe, o por millones por omisión". Sé que no estoy de acuerdo conmigo misma, pero éste es mi estado anímico actual.
Así que he decidido venir a llorar.
Por ejemplo, por gráficos como el de este post. Qué asfixiante que es ver las proporciones de sentencias condenatorias respecto al total de violaciones tan gráficamente. Y falta añadir el subgrupo de violaciones en las que la víctima es consciente de que eso es lo que ha sufrido, porque son tantísimos los casos en que la víctima justifica a la persona agresora... He llegado a ese post a través de la mosca cojonera, como tantas veces, en este caso por su artículo sobre muertes por maltrato dentro de la pareja.
Quizá llorar no sea la mejor reacción. Quizá sea más útil romperlo todo. Pero las rupturas nunca se me han dado bien.
*No añado enlaces para no deprimirme más.
Se me ha ocurrido, por ejemplo, venir a escribir lo lamentable que es que se dé la noticia de la reacción de las asociaciones de "víctimas del terrorismo" a la sentencia del tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo sobre la "doctrina Parot" sin un mínimo de crítica o contexto. Que digan una barbaridad como "se están vulnerando los derechos humanos de las víctimas de terrorismo"* y no se comente de ninguna manera que decir eso es no tener ni idea de qué son los Derechos Humanos. Que se puede no estar de acuerdo con una sentencia o con una ley, pero no se puede pretender que la venganza es un Derecho Humano. Que no, que no lo es.
Se me ha ocurrido escribir sobre esto, pero el nudo que tengo en el pecho hace que solo me vea capaz de llorar. "Para qué insistir si ya está todo perdido". "A quien coño le importan los derechos humanos". "Tanto matiz, tanta polla, para qué, si luego caen por centenares de golpe, o por millones por omisión". Sé que no estoy de acuerdo conmigo misma, pero éste es mi estado anímico actual.
Así que he decidido venir a llorar.
Por ejemplo, por gráficos como el de este post. Qué asfixiante que es ver las proporciones de sentencias condenatorias respecto al total de violaciones tan gráficamente. Y falta añadir el subgrupo de violaciones en las que la víctima es consciente de que eso es lo que ha sufrido, porque son tantísimos los casos en que la víctima justifica a la persona agresora... He llegado a ese post a través de la mosca cojonera, como tantas veces, en este caso por su artículo sobre muertes por maltrato dentro de la pareja.
Quizá llorar no sea la mejor reacción. Quizá sea más útil romperlo todo. Pero las rupturas nunca se me han dado bien.
*No añado enlaces para no deprimirme más.
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martes, 17 de septiembre de 2013
Amistades...
Escena 1: Estamos sentadas en un banco, charlando tranquilamente. Y de algún modo, vamos a un punto incómodo. Una de ellas se declara "de derechas". Así, sin matices, ni pseudo-centralismos. Otras le restan importancia al tema diciendo que "hay muchos tipos de derechas". Como si hubiera confesado seguir al Real Madrid en un grupo de aficionadxs del Barça. Como si no fuera personal. Como si fuera una discusión puramente intelectual. Pero no lo es, y es absurdo pretender lo contrario.
Escena 2: Vamos por la calle. Uno de los chicos empieza a quejarse de que el estado "lo considera rico". Se queja de que no puede acogerse a ningún subsidio ni descuento. Aquí es importante el detalle de que este chico tiene un buen sueldo, que seguramente duplica el sueldo medio. Primero le comento, aun más o menos tranquila, que el estado no es que lo considere rico, sino que sencillamente no lo considera pobre. Luego acabo llevándole a territorio personal, y le recuerdo a cierta persona que tiene cero ingresos, siempre, y que no puede acceder a la Renta Mínima de Inserción.
Luego alguien soltará la chorrada esa de "el amor no entiende de ideas políticas".
Y esto me recuerda... Un chico me contaba que el chico que le gusta le ha dicho que vota a UPyD. Lo intentaba defender, pero a la vez, confesaba que cuando se enteró momentáneamente "se le bajó todo".
Y esto me recuerda... Me hablaban de una chica, con la idea de arrejuntarme con ella. Les dije que no creía que la chica en cuestión se dejara seducir por el poliamor ni por asomo... Y entoces se lo plantearon... "Ya, es cristiana, militante de Convergència (Democràtica, la C de CiU)..." Y aquí ya me planté tajantemente. Por ahí sí que no paso.
Escena 2: Vamos por la calle. Uno de los chicos empieza a quejarse de que el estado "lo considera rico". Se queja de que no puede acogerse a ningún subsidio ni descuento. Aquí es importante el detalle de que este chico tiene un buen sueldo, que seguramente duplica el sueldo medio. Primero le comento, aun más o menos tranquila, que el estado no es que lo considere rico, sino que sencillamente no lo considera pobre. Luego acabo llevándole a territorio personal, y le recuerdo a cierta persona que tiene cero ingresos, siempre, y que no puede acceder a la Renta Mínima de Inserción.
Luego alguien soltará la chorrada esa de "el amor no entiende de ideas políticas".
Y esto me recuerda... Un chico me contaba que el chico que le gusta le ha dicho que vota a UPyD. Lo intentaba defender, pero a la vez, confesaba que cuando se enteró momentáneamente "se le bajó todo".
Y esto me recuerda... Me hablaban de una chica, con la idea de arrejuntarme con ella. Les dije que no creía que la chica en cuestión se dejara seducir por el poliamor ni por asomo... Y entoces se lo plantearon... "Ya, es cristiana, militante de Convergència (Democràtica, la C de CiU)..." Y aquí ya me planté tajantemente. Por ahí sí que no paso.
sábado, 14 de septiembre de 2013
Sobre Cataluña
Escribir, reescribir.
Escribir, por ejemplo, sobre ese amigo de Madrid, que después de pasar unos días en la capital volvía a Barcelona. Y me decía que estando allí pensó un par de buenos argumentos en contra de la independencia de Cataluña. Pero luego apareció en escena Ana Botella. Y un poco más tarde los de extrema derecha animando el ambiente. Así que se quedó sin argumentos.
Argumentos.
Podría escribir cómo estos días estuve tentada con dejarme llevar por este movimiento social impresionate. O escribir: envidia. Porque paseando por Barcelona después de la cadena humana (de la que me abstuve conscientemente), se me escapaba la sonrisa. Tanta tanta tanta gente... Y las familias. Tantxs niñxs. Y la tranquilidad. Y los dos mossos (policía) paseando tranquilamente, hablando entre sí amigablemente, relajados. Y la chica a la que se le cayó un pañuelo al cruzar delante de una furgoneta de los mossos, y se paró a recogerlo tranquilamente, y la furgoneta no hizo una de sus arrancadas sin mirar, así que la chica no corrió peligro. Y las banderas. Creo que nunca había visto tantas banderas.
Argumentos.
Escribiría que en realidad esos personajes de extrema derecha en realidad le han hecho un favor a la causa independentista. Lo escribiría si esto fuera una cuestión de argumentos. Una competición por ver quien plantea mejor las cosas. Algo intelectual, o una competición entre iguales.
Y aquí daría una vuelta más de tuerca. "Eso tendría sentido si España fuera Cataluña". Escribiría esto, hasta me lo creería un poco. Sí, aun a veces se me pasan cosas así por la cabeza. Pero lo rechazo en cuestión de segundos, porque eso significa suponer que en Cataluña sí es una cuestión de argumentos, significa creer que aquí la que gente sí hace las cosas a conciencia.
También podría escribir sobre otros amigos. Podría escribir sobre los argumentos fascistas que oigo a veces. Argumentos, ya. Casi escribo que ver esto es lo que hace que se me pase el momentazo, que ya no quiera ni independencia ni historias. Lo mismo que me contaba mi amigo de Madrid, pero al revés.
Pero sabes, lo importante es que los argumentos no importan. Que si alguien te parte la cara no importa que no tuviera razón. Que en realidad, tener razón, así en general, no importa una mierda. Ni siquiera te dan una medallita ni te ponen un punto positivo.
Y luego miran la tele, y escuchan lo que dicen lxs pseudo-politicxs de siempre. Y les digo que es teatro, pero no parece que les importe mucho lo que digo. Supongo que esto último es lógico, pero este no es el tema. El tema es que se creen el teatro, y se creen que importa lo que dice uno o dice otra. Y no importa una mierda nada de todo eso. Importa lo que hacen. Importa que se admita que unos fascistas entren en un lugar y agredan a la gente. Importa que se iguale eso a la agresión a unos símbolos, como si los símbolos sintieran. Importa que se prohiba preguntar. Importa que confundan lo que hacen con la democracia o con la política real. Y las relaciones de poder ni las mento, porque las relaciones de poder están muy lejos de ser consideradas algo relevante (así, a nivel conceptual).
Y aquí escribiría sobre esas personas que no pueden pagar sus deudas y se creen que es culpa suya y que se merecen las desgracias que viven. Podría escribirlo porque es lo mismo. Es a lo que lleva creerte el teatro.
Escribir - Reescribir.
Mientras no queráis destruir el propio estado, no contéis conmigo.
Escribir, por ejemplo, sobre ese amigo de Madrid, que después de pasar unos días en la capital volvía a Barcelona. Y me decía que estando allí pensó un par de buenos argumentos en contra de la independencia de Cataluña. Pero luego apareció en escena Ana Botella. Y un poco más tarde los de extrema derecha animando el ambiente. Así que se quedó sin argumentos.
Argumentos.
Podría escribir cómo estos días estuve tentada con dejarme llevar por este movimiento social impresionate. O escribir: envidia. Porque paseando por Barcelona después de la cadena humana (de la que me abstuve conscientemente), se me escapaba la sonrisa. Tanta tanta tanta gente... Y las familias. Tantxs niñxs. Y la tranquilidad. Y los dos mossos (policía) paseando tranquilamente, hablando entre sí amigablemente, relajados. Y la chica a la que se le cayó un pañuelo al cruzar delante de una furgoneta de los mossos, y se paró a recogerlo tranquilamente, y la furgoneta no hizo una de sus arrancadas sin mirar, así que la chica no corrió peligro. Y las banderas. Creo que nunca había visto tantas banderas.
Argumentos.
Escribiría que en realidad esos personajes de extrema derecha en realidad le han hecho un favor a la causa independentista. Lo escribiría si esto fuera una cuestión de argumentos. Una competición por ver quien plantea mejor las cosas. Algo intelectual, o una competición entre iguales.
Y aquí daría una vuelta más de tuerca. "Eso tendría sentido si España fuera Cataluña". Escribiría esto, hasta me lo creería un poco. Sí, aun a veces se me pasan cosas así por la cabeza. Pero lo rechazo en cuestión de segundos, porque eso significa suponer que en Cataluña sí es una cuestión de argumentos, significa creer que aquí la que gente sí hace las cosas a conciencia.
También podría escribir sobre otros amigos. Podría escribir sobre los argumentos fascistas que oigo a veces. Argumentos, ya. Casi escribo que ver esto es lo que hace que se me pase el momentazo, que ya no quiera ni independencia ni historias. Lo mismo que me contaba mi amigo de Madrid, pero al revés.
Pero sabes, lo importante es que los argumentos no importan. Que si alguien te parte la cara no importa que no tuviera razón. Que en realidad, tener razón, así en general, no importa una mierda. Ni siquiera te dan una medallita ni te ponen un punto positivo.
Y luego miran la tele, y escuchan lo que dicen lxs pseudo-politicxs de siempre. Y les digo que es teatro, pero no parece que les importe mucho lo que digo. Supongo que esto último es lógico, pero este no es el tema. El tema es que se creen el teatro, y se creen que importa lo que dice uno o dice otra. Y no importa una mierda nada de todo eso. Importa lo que hacen. Importa que se admita que unos fascistas entren en un lugar y agredan a la gente. Importa que se iguale eso a la agresión a unos símbolos, como si los símbolos sintieran. Importa que se prohiba preguntar. Importa que confundan lo que hacen con la democracia o con la política real. Y las relaciones de poder ni las mento, porque las relaciones de poder están muy lejos de ser consideradas algo relevante (así, a nivel conceptual).
Y aquí escribiría sobre esas personas que no pueden pagar sus deudas y se creen que es culpa suya y que se merecen las desgracias que viven. Podría escribirlo porque es lo mismo. Es a lo que lleva creerte el teatro.
Escribir - Reescribir.
Mientras no queráis destruir el propio estado, no contéis conmigo.
domingo, 8 de septiembre de 2013
Escuchar
Una de las cosas más importantes de aprender desde los movimientos de izquierdas es a escuchar. Incluyo aquí el feminismo como movimiento de izquierdas, igual que el ecologismo y tantos ismos más, porque como ya he escrito muchas veces, creo que todas ellas forman parte de un todo.
Hace unos meses vimos el caso de FEMEN y Amina, del que se escribió mucho. De todo lo que leí, me quedo con la crítica de Brigitte Vasallo, quizás porque fue la primera que leí un poco elaborada (aunque esto no significa que fuera la primera en escribir). Un caso clarísimo de lo que pasa cuando la gente con muy buena voluntad se deja llevar por los prejuicios y decide "ayudar" sin preguntar.
Estos últimos días, un nuevo ejemplo de feministas negras señalando el racismo que las feministas blancas han sido incapaces de ver. Y aun sale alguna diciendo que "no es para tanto". Siempre olvidando las relaciones de poder... No se puede decir "no es para tanto" desde la posición privilegiada. Hablo del también comentadismo baile de Miley Cirus en los premios MTV. Aquí un artículo donde se critica, el mismo que colgaron en el Facebook de Pikara.
Y también de este verano, el famoso beso ruso, también malinterpretado. De nuevo, Brigitte Vasallo escribió sobre el tema, señalando la importancia de las diferencias culturales en la comunicación.Y también La Mosca Cojonera escribió un gran artículo sobre Rusia y las migajas que deben ser interpretadas.
Así que escucho a Jesusa Rodríguez hablando de su trabajo con las indígenas y me encanta. Porque no es el ruido habitual, sino que es alguien hablando de su experiencia directa. Igual que me gusta cuando puedo escuchar a gente de Enginyers Sense Fronteres, que tienen también este tipo de actitud, dándole sentido a la palabra "solidaridad", sin convertirla en una caridad con matices. Escucho a Jesusa Rodríguez y pienso que esto es lo que deberíamos hacer más, escuchar.
Solo 5 minutos, recomendable a cada segundo:
Me quedo con una de las frases finales, "solo el pueblo puede salvar al pueblo".
Hace unos meses vimos el caso de FEMEN y Amina, del que se escribió mucho. De todo lo que leí, me quedo con la crítica de Brigitte Vasallo, quizás porque fue la primera que leí un poco elaborada (aunque esto no significa que fuera la primera en escribir). Un caso clarísimo de lo que pasa cuando la gente con muy buena voluntad se deja llevar por los prejuicios y decide "ayudar" sin preguntar.
Estos últimos días, un nuevo ejemplo de feministas negras señalando el racismo que las feministas blancas han sido incapaces de ver. Y aun sale alguna diciendo que "no es para tanto". Siempre olvidando las relaciones de poder... No se puede decir "no es para tanto" desde la posición privilegiada. Hablo del también comentadismo baile de Miley Cirus en los premios MTV. Aquí un artículo donde se critica, el mismo que colgaron en el Facebook de Pikara.
Y también de este verano, el famoso beso ruso, también malinterpretado. De nuevo, Brigitte Vasallo escribió sobre el tema, señalando la importancia de las diferencias culturales en la comunicación.Y también La Mosca Cojonera escribió un gran artículo sobre Rusia y las migajas que deben ser interpretadas.
Así que escucho a Jesusa Rodríguez hablando de su trabajo con las indígenas y me encanta. Porque no es el ruido habitual, sino que es alguien hablando de su experiencia directa. Igual que me gusta cuando puedo escuchar a gente de Enginyers Sense Fronteres, que tienen también este tipo de actitud, dándole sentido a la palabra "solidaridad", sin convertirla en una caridad con matices. Escucho a Jesusa Rodríguez y pienso que esto es lo que deberíamos hacer más, escuchar.
Solo 5 minutos, recomendable a cada segundo:
Me quedo con una de las frases finales, "solo el pueblo puede salvar al pueblo".
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jueves, 4 de julio de 2013
Quien lo vale
Dice que no me preocupe de ellos. Bueno no, dice que no me va a decir eso. Pero eso es lo que piensa. Que no me preocupe. Porque "ellxs han elegido ese tipo de vida", no como otras personas que han seguido un camino "más convencional". Una no debe preocuparse por las personas que viven de forma no convencional. Si son parias es porque lo merecen.
Y de nuevo, quien me dice esto también dice ser de izquierdas.
Y de nuevo, quien me dice esto también dice ser de izquierdas.
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domingo, 23 de junio de 2013
Cascos
Tiene un nuevo "juguete". Es un mp3, de esos que ya parecen viejos, de la prehistoria. Para él es un juguete nuevo. Se pone los cascos y empieza a escuchar música. Está un rato así. Luego se me acerca y empieza a hablarme. Yo me quito mis propios cascos. Me dice que ahora ya está globalizado. Ríe. Dice que ahora tiene su música y se mete en su mundo y ya no habla con otras personas, ya no pregunta por los problemas de otras personas, así que ya no sale a la calle, ya no participa en una revolución.
Cambio de escenario. Ahora pongamos que alguien me pide dinero. Y yo se lo presto. Y pasa un cierto tiempo y no me lo devuelve. Así que yo me enfado. Me enfado porque es mi dinero.
¿Es mi dinero? ¿Por qué es mi dinero? Yo lo sé, es mi dinero porque las estructuras sociales están organizadas para que lo sea. Estructuras que yo considero injustas. Pero si me cuestionan que mi dinero es mío, me enfado.
¿Por qué no me devuelve mi dinero? ¿Se lo ha gastado en fiestas a las que no me ha invitado? ¿O se lo ha gastado en intentar sobrevivir? Pongamos que es lo segundo. Y hablemos de derechos. Mi derecho a recuperar mi dinero, su derecho a sobrevivir o a intentarlo. Planteado así es fácil, ¿no? Derechos Humanos. El derecho a sobrevivir es más importante.
¡Pero era mi dinero! ¡Lo necesito! ¡Cuento con él!
Yo soy muy de izquierdas. Yo creo en que lo importante son las necesidades, las de verdad. No la necesidad de saber que tengo un dinero en el banco, porque esa es una falsa necesidad, solo es un medio. Yo lo sé.
Yo lo sé, pero la gente de mi alrededor no. La gente que conozco es muy de izquierdas, pero se olvida de todo cuando lo que está en juego es la maldita zanahoria que tiene delante. Se exclaman y dicen ¡es mucho dinero! Yo pienso en formar bonitas comunidades cooperativas. Pero ahora dime, ¿con quien?
Aquí todo el mundo es muy de izquierdas. Pero ¿qué es lo que piden? ¿Un reparto justo? ¿Una sociedad realmente más igualitaria? ¿Algún cambio profundo? No, solo piden seguir igual. Porque no creen que haya realmente ningún problema con la vida que lleva la mayoría de gente en España, o en Cataluña, o en Barcelona. Se escandalizan cada vez que oyen una historia de violencia. Se escandalizan con la pobreza. Y dicen que eso no está bien. Pero ¿acaso está dispuesta toda esta gente a renunciar a algo? ¿Incluso si va a servir para mejorar?
Ahora podemos fustigarnos colectivamente. Aquí se lleva mucho esto. Nos fustigamos un rato, nos sentimos muy mal momentáneamente, y luego seguimos con lo mismo. Nos ponemos los cascos y seguimos escuchando música.
¿Sirve de algo sentirse mal? No, no tiene sentido. Lo que tiene sentido es cambiar de actitud.
Otro día escribo sobre temas más interesantes. Como por qué el problema energético solo puede abordarse desde una posición de poder. O por qué el feminismo es esencial para repensar el mundo. Y también tengo que hablar de Calibán y la bruja (pero para eso, primero tengo que acabarlo).
Cambio de escenario. Ahora pongamos que alguien me pide dinero. Y yo se lo presto. Y pasa un cierto tiempo y no me lo devuelve. Así que yo me enfado. Me enfado porque es mi dinero.
¿Es mi dinero? ¿Por qué es mi dinero? Yo lo sé, es mi dinero porque las estructuras sociales están organizadas para que lo sea. Estructuras que yo considero injustas. Pero si me cuestionan que mi dinero es mío, me enfado.
¿Por qué no me devuelve mi dinero? ¿Se lo ha gastado en fiestas a las que no me ha invitado? ¿O se lo ha gastado en intentar sobrevivir? Pongamos que es lo segundo. Y hablemos de derechos. Mi derecho a recuperar mi dinero, su derecho a sobrevivir o a intentarlo. Planteado así es fácil, ¿no? Derechos Humanos. El derecho a sobrevivir es más importante.
¡Pero era mi dinero! ¡Lo necesito! ¡Cuento con él!
Yo soy muy de izquierdas. Yo creo en que lo importante son las necesidades, las de verdad. No la necesidad de saber que tengo un dinero en el banco, porque esa es una falsa necesidad, solo es un medio. Yo lo sé.
Yo lo sé, pero la gente de mi alrededor no. La gente que conozco es muy de izquierdas, pero se olvida de todo cuando lo que está en juego es la maldita zanahoria que tiene delante. Se exclaman y dicen ¡es mucho dinero! Yo pienso en formar bonitas comunidades cooperativas. Pero ahora dime, ¿con quien?
Aquí todo el mundo es muy de izquierdas. Pero ¿qué es lo que piden? ¿Un reparto justo? ¿Una sociedad realmente más igualitaria? ¿Algún cambio profundo? No, solo piden seguir igual. Porque no creen que haya realmente ningún problema con la vida que lleva la mayoría de gente en España, o en Cataluña, o en Barcelona. Se escandalizan cada vez que oyen una historia de violencia. Se escandalizan con la pobreza. Y dicen que eso no está bien. Pero ¿acaso está dispuesta toda esta gente a renunciar a algo? ¿Incluso si va a servir para mejorar?
Ahora podemos fustigarnos colectivamente. Aquí se lleva mucho esto. Nos fustigamos un rato, nos sentimos muy mal momentáneamente, y luego seguimos con lo mismo. Nos ponemos los cascos y seguimos escuchando música.
¿Sirve de algo sentirse mal? No, no tiene sentido. Lo que tiene sentido es cambiar de actitud.
Otro día escribo sobre temas más interesantes. Como por qué el problema energético solo puede abordarse desde una posición de poder. O por qué el feminismo es esencial para repensar el mundo. Y también tengo que hablar de Calibán y la bruja (pero para eso, primero tengo que acabarlo).
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domingo, 9 de junio de 2013
Fase creativa
Cuántas cosas sobre las que escribir.
Privacidad: qué contar y qué no contar. Ganas de escribir cosas demasiado íntimas sobre otras personas. Cosas que creo que merecen ser difundidas, pero que me dijeron en confianza. No puedo traicionar esa confianza. También, a veces, ganas de contar cosas sobre mi vida que supondrían exponerme demasiado a mí y a personas cercanas a mí. Dilemas, dilemas...
Qué quiero ser de mayor. Aun no lo sé. Dicen que tienes que hacer algo que te apasione. A mí me apasionan muchas cosas. Es como eso de que llega un momento en tu vida en que ves a la persona que va a ser tu gran amor y lo sabes. Ya, bueno, yo tengo muchos grandes amores, tanto en forma de personas como de temas a los que me gustaría dedicarme. ¿Cómo elegir? ¿Es indispensable hacerlo?
El caso 4F consigue salir en el telenoticias de mediodía de la televisión pública catalana. Cuando lo he visto me he puesto a llorar. (No he encontrado el vídeo colgado, pero supongo que lo estará en las próximas horas). También hablan del tema en eldiario.es.
Sexo, género... Sexo entendido en ambos sentidos. ¿Es misógino que un gay diga que le dan asco los coños? ¿Es misándrico que una lesbiana diga que le dan asco las pollas? ¿Es tránsfoba una persona bisexual a la que no le atraen las personas con cuerpos en tránsito? ¿Es transfilia que una persona pase a gustarte un poco más al saber que es trangénero o transexual? A mí me pasa con todas las personas LGTB+, al saber que lo son, ganan un minipunto.
Qué gustazo volver a ver Tomboy rodeada de personas LGTB+. Y acabar planteándome por enésima vez mi propio género. (Ahora pienso que escribir "qué gustazo plantearme mi género" igual suena un poco raro... pero cuando no tengo presiones tránfobas, así es como lo vivo yo). Esta vez he visto más claramente la lectura lésbica, pero incluso así, me sigue pareciendo muy trans todo, por todo el planteamiento sobre género que supone.
Y mucho mucho más. Supongo que esto es una fase creativa.
Privacidad: qué contar y qué no contar. Ganas de escribir cosas demasiado íntimas sobre otras personas. Cosas que creo que merecen ser difundidas, pero que me dijeron en confianza. No puedo traicionar esa confianza. También, a veces, ganas de contar cosas sobre mi vida que supondrían exponerme demasiado a mí y a personas cercanas a mí. Dilemas, dilemas...
Qué quiero ser de mayor. Aun no lo sé. Dicen que tienes que hacer algo que te apasione. A mí me apasionan muchas cosas. Es como eso de que llega un momento en tu vida en que ves a la persona que va a ser tu gran amor y lo sabes. Ya, bueno, yo tengo muchos grandes amores, tanto en forma de personas como de temas a los que me gustaría dedicarme. ¿Cómo elegir? ¿Es indispensable hacerlo?
El caso 4F consigue salir en el telenoticias de mediodía de la televisión pública catalana. Cuando lo he visto me he puesto a llorar. (No he encontrado el vídeo colgado, pero supongo que lo estará en las próximas horas). También hablan del tema en eldiario.es.
Sexo, género... Sexo entendido en ambos sentidos. ¿Es misógino que un gay diga que le dan asco los coños? ¿Es misándrico que una lesbiana diga que le dan asco las pollas? ¿Es tránsfoba una persona bisexual a la que no le atraen las personas con cuerpos en tránsito? ¿Es transfilia que una persona pase a gustarte un poco más al saber que es trangénero o transexual? A mí me pasa con todas las personas LGTB+, al saber que lo son, ganan un minipunto.
Qué gustazo volver a ver Tomboy rodeada de personas LGTB+. Y acabar planteándome por enésima vez mi propio género. (Ahora pienso que escribir "qué gustazo plantearme mi género" igual suena un poco raro... pero cuando no tengo presiones tránfobas, así es como lo vivo yo). Esta vez he visto más claramente la lectura lésbica, pero incluso así, me sigue pareciendo muy trans todo, por todo el planteamiento sobre género que supone.
Y mucho mucho más. Supongo que esto es una fase creativa.
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jueves, 9 de mayo de 2013
De embarazos y diversidades
Llevo días leyendo y pensando sobre el tema de la interrupción del embarazo en el supuesto de "malformación" (las comillas vienen porque considero que el concepto de malformación es subjetivo). La mayoría en el diario.es. Tenemos el artículo que escribió hace unos días Beatriz Gimeno, y un par más en el blog "De retrones y hombres" (a día de hoy este blog es lo que más me gusta de este periódico digital). En los comentarios de uno de ellos, hay el enlace a este otro. Creo que este último es el que más me gusta, quizá porque también es el más largo y detallado, así que lo recomiendo especialmente.
Tal y como se comenta, se trata de Derechos Humanos. Y como decía, o estás con ellos, o no lo estás. Y si crees que todos los seres humanos son iguales en el derecho a vivir, no puedes incluir supuestos distintos en su acceso a la vida, porque eso significa considerar que no todas las personas son igual de importantes (entre las personas ya nacidas, no en los fetos). Algunas reflexiones que me gustan especialmente:
- Si se puede abortar a las 22 semanas por "malformación", ¿por qué no se puede hacer libremente en cualquier otro caso?
- ¿Qué pensaríamos si en la India se permitiera el aborto en cualquier supuesto hasta las 10 semanas pero hubiera la posibilidad de abortar hasta la semana 16 en caso de detectar que el feto es de sexo femenino?
- No se puede presuponer el deseo de vivir (o la ausencia de él) de otra persona, sean cuales sean sus circunstancias.
- La decisión de interrumpir el embarazo es moral, no médica. No se debe pedir a la medicina que tome decisiones que no le corresponden.
Creo que se debería alargar la posibilidad de interrumpir el embarazo, por lo menos, hasta esas 22 semanas. En total libertad. Creo que no es necesario que lo ponga en la ley para que una mujer que sabe que quiere abortar desde un principio decida hacerlo lo más pronto posible. Me parece bastante intuitivo que cuanto antes se haga, más fácil será el proceso médico y la posterior recuperación (física).
Por cierto, sobre el tema de la interrupción del embarazo en general, me parece importante cargarnos el mito del trauma emocional que supone en toda mujer. Sobre el tema genérico, otro artículo de Beatriz Gimeno, en este caso en Pikara.
Tal y como se comenta, se trata de Derechos Humanos. Y como decía, o estás con ellos, o no lo estás. Y si crees que todos los seres humanos son iguales en el derecho a vivir, no puedes incluir supuestos distintos en su acceso a la vida, porque eso significa considerar que no todas las personas son igual de importantes (entre las personas ya nacidas, no en los fetos). Algunas reflexiones que me gustan especialmente:
- Si se puede abortar a las 22 semanas por "malformación", ¿por qué no se puede hacer libremente en cualquier otro caso?
- ¿Qué pensaríamos si en la India se permitiera el aborto en cualquier supuesto hasta las 10 semanas pero hubiera la posibilidad de abortar hasta la semana 16 en caso de detectar que el feto es de sexo femenino?
- No se puede presuponer el deseo de vivir (o la ausencia de él) de otra persona, sean cuales sean sus circunstancias.
- La decisión de interrumpir el embarazo es moral, no médica. No se debe pedir a la medicina que tome decisiones que no le corresponden.
Creo que se debería alargar la posibilidad de interrumpir el embarazo, por lo menos, hasta esas 22 semanas. En total libertad. Creo que no es necesario que lo ponga en la ley para que una mujer que sabe que quiere abortar desde un principio decida hacerlo lo más pronto posible. Me parece bastante intuitivo que cuanto antes se haga, más fácil será el proceso médico y la posterior recuperación (física).
Por cierto, sobre el tema de la interrupción del embarazo en general, me parece importante cargarnos el mito del trauma emocional que supone en toda mujer. Sobre el tema genérico, otro artículo de Beatriz Gimeno, en este caso en Pikara.
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