viernes, 3 de octubre de 2014

Nombrar la locura

Leo un texto hablando de Asperger. Otro más, casi de casualidad. Y como las otras veces me encuentro comparandome. Con la sensación de que habla de mí, pero no. Porque en algunas cosas no me parezco en nada. Y sin embargo, me cala esto de "No es fácil darse cuenta de que eres diferente de los que te rodean, de que no interpretas la realidad como ellos."

Y entonces empiezo a darle vueltas a esto de la psiquiatrización. Cómo todo se convierte en un transtorno mental. La necesidad de nombrarlo para que exista. El marcar la línea de lo enfermo y lo sano. La palabra "discapacidad".

"Aunque puede parecer impactante que te digan que has nacido con una discapacidad, la verdad es que saberlo ayudó a que mi familia y mis conocidos entendieran un poco mejor mi manera de relacionarme con los demás. Y dejaran de inquirirme porque no me relacionaba al mismo nivel que mis semejantes."

Nombrar algo que me sucede, llamarlo discapacidad, para que la gente de mi alrededor deje de prentender que sea de una manera distinta a la que soy.

Y entonces recuerdo ese día, hace unos meses. Cuando fui a una charla que me hacía mucha ilusión, y se llenó de gente. Había mucha gente en muy poco espacio. Y yo conocía a muchas de la personas que estaban, así que tenía como cierta obligación de actuar en consecuencia, saludar, sonreír, hablar un poco aquí y allá. Empecé a ponerme nerviosa Me puse más nerviosa que de constumbre. Ansiedad. Subiendo. Intenté las cosas que suelo intentar cuando me sucede esto. Pero mis recursos demostraron ser insuficientes. Hasta el punto de decidir marcharme.

Y se lo dije a M, que estaba ahí. La única persona de quien sabía que tenía que despedirme sí o sí. Cuando le dije que me iba empezó el ritual de quejas, "pensaba que vendrías a cenar". Pero cuando dije claramente "me estoy agobiando demasiado", el ritual se detuvo de golpe. Me dijo que de acuerdo, que ya nos veríamos otro día y me dio un abrazo.

Si la gente actuara como M ese día, no haría falta nombrarme loca, enferma, discapacitada.

Otro día hicimos un gráfico de grados de privilegio en distintos ejes. Uno de ellos era, por supuesto, diversidad funcional. No se trata de decir "qué grado de discapacidad tengo", sino "qué grado de privilegio tengo por funcionar de una manera más parecida a la de la mayoría". No me puse el 100%, porque considero que manera de relacionarme con la gente es muy incomprendida.

Me doy cuenta de que me afecta mucho más de lo que pueda parecer. Por ejemplo, cuando conozco a alguien que me parece interesante, suelo asumir que no será capaz de entenderme cuando vea mis rarezas en todo su esplendor. Por mucho que avise de entrada de que no soy muy sociable, es más probable que me discutan que no que se lo crean. Y entiendo que me discutan, he conseguido aprender a fingir estar bien incluso cuando estoy al límite de lo soportable. Tanto, que también he tenido que aprender a decir verbalmente que no estoy bien. Sé que no soy la única. Primero aprendemos a fingir que no sentimos lo que sentimos, luego aprendemos a fingir que sentimos lo que sentimos, tanto penas como alegrías, y entonces las exageramos, porque es la única manera de establecer comunicación emocional.

Pienso mucho en los códigos de conducta y los rituales diarios. Pequeñas rutinas de apariencia espontánea y natural. ¿Qué es la naturalidad? Otro ritual más. Tan común como borrar continuamente los errores que cometo mientras escribo por ser diléxica, palabras escritas al revés, borradas y reescritas para dar una apariencia de lenguaje fluido y natural.

Aprendo los rituales. Buena parte de ellos los aprendo de manera consciente. La mayoría lo hace sin darse cuenta. Saber esto es un universo de diferencia. Me relaciono como una persona "normal" hasta que choco contra una de las fronteras de mi conocimiento. Y entonces alguien se da cuenta, lo veo en su mirada, que me dice "qué es esto que veo en ti y no es lo que debería ser", o "por qué no estás haciendo lo que se supone de debes hacer". No es que haya una respuesta única para cada situación. Hay unas cuantas, pero un número limitado. Cuando sucede esto, en mi cabeza resuena un "mierda", como si me hubieran pillado en fatal error. O engaño. ¿Es engañar fingir ser yo? Es un instante de terror, terror a ante esa persona dejar de ser yo y pasar a ser simplemente "ese bicho raro".

Me asumo loca, rara, enferma. Solo yo, sin sistema médico que dé su aprobación. Me asumo todo eso y más para que nadie más tenga el poder de hacerlo antes.