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lunes, 6 de junio de 2016

Fin?

Creo que me toca cerrar este espacio. No porque el camino hay terminado, sino para seguirlo en otra parte.

Hace unos meses estuve un tiempo sin apenas escribir aquí. Sencillamente porque no me hacía falta. No me hacía falta porque lo que quería contar, ya tenía a quien contárselo. Porque mis inquietudes intelectuales, ya tenía con quien discutirlas. Porque si sentía un pronto, si veía un artículo interesantísimo, una viñeta genial, tenía a quien mandársela. Porque me sentía acompañada.

Luego dejó de ser así y llevo meses con muchas ganas de escribir. Escribir es una forma de autocuidado. Me hace compañía cuando me siento sola y me permite aliviar la sensación de tener demasiados pensamientos en mi cabeza. Muchos de mis pensamientos son muy interesantes y creo que es triste que se pierdan porque no tenga con quien hablar en el momento en el que se me ocurren. Escribir es una manera de darles la oportunidad de llegar a ser útiles algún día. Esta idea me da algo de esperanza...

Me apetece escribir pero creo que no aquí. No sé qué es este espacio ahora. Sé la idea que tenía, sé que ha evolucionado y que me gustan muchas de las cosas que he escrito (otras me horrorizan un poco, gracias a la evolución que he hecho yo también), pero no sé lo que es. Quizá no es necesario saberlo y está bien así. Pero me apetece intentar un nuevo inicio en el que lo tenga (quizá) más claro. Veremos en qué se convierte.

Por una parte, necesito un espacio personal donde escribir sin pretender explicar teoría. En este sitio tengo intención de hacer esto. En principio creo que pocas personas lo conocerán, aunque tampoco voy a esconderlo mucho (como este).

Por otra parte, me gustaría volver a escribir desde lo político o desde lo que voy aprendiendo. Compartir cosas (prácticas o teóricas) que creo que pueden ser útiles a más gente. Supongo que me pasará como aquí y hablaré mucho de mí y de mi vida, porque es mi punto de partida para la mayoría de cosas que pienso, y porque me gusta hablar en primera persona para no apropiarme de otras historias y luchas. Esto espero hacerlo en este otro sitio. Y en principio creo que lo haré un poco más público. Por ahora no hay entradas, pero espero que pronto aparezca alguna.

Y esto es todo. Creo. Puede que algún día vuelva por aquí, quien sabe.

sábado, 16 de abril de 2016

"se nos cuelan machirulos"

Estoy en crisis con el feminismo. Aún poníendolo en plural: feminismos. Estoy harta de ver cómo se maltrata todo lo que sale de su norma. Harta de ver cómo se me maltrata a mí.

Algunas corrientes, como gran cosa, aceptan que las mujeres trans son mujeres, siempre y cuando consigan un passing razonable. Muchas corrientes parece que aceptan a hombres trans y a personas no binarias asignadas mujer (especialmente si siguen siendo leídas como mujeres). Me dan ganas de pediros que os dejéis de rodeos y lo digáis claramente: en vuestros espacios son aceptadas las personas que vosotrAs leeis como mujeres. Cuál sea el género de la otra persona os da igual con tal que de vosotrAs la leais mujer.

Me encanta lo que hacen algunas feministas con el tema de la teoría queer y de los géneros no binarios. Hacemos como que sí que nos mola un montón, y performamos drag kings y hacemos cosas de esas de deconstruir el género y nos echamos unas risas, pero luego si vemos a una persona que leemos como tío todo eso nos da igual. "Es que se nos cuelan machirulos". Así que negaremos a cualquier persona que leamos como hombre su identidad de género si no concuerda con nuestra lectura.

Y quizá no os habéis dado cuenta... pero eso también significa que a las personas no binarias asignadas mujer tampoco se les(nos?) está respetando su identidad.

Hace poco vi por primera vez una descripción de espacio no mixto que dejaba también a los hombres trans fuera. Y me encantó (no solo por esto, pero también por esto). He oído mil veces el miedo de algunas personas hacia los penes, a veces justificado por agresiones sexuales sufridas. Pero creo que aun no he oído ninguna lo que me sucede a mí: miedo a lo masculino, especialmente a los tíos, incluídos los trans.

Pero aquí me olvidaba otra vez que los espacios supuestamente seguros (casi) nunca se hacen pensando en personas como yo (rara por tantas razones), sino en mujeres cis, preferiblemente heteros, y si no, lesbianas. Yo estoy en la otredad para vosotras.

Últimamente solo me apetece relacionarme con personas que respeten lo no binario, tanto de género como de sexualidad/afectividad.

validación

La extraña sensación de sentir el reconocimiento como sujeto potencialmente atractivo. Ser leíde como persona con algún atractivo sin ser objetivizade en el proceso. La validación externa. No me refiero a que le gustes a otra persona, sino la simple mirada como a una persona válida. No ser la sombra que está al fondo sin hacer ruido, ni ese ser extraño al que apenas se le hace caso. Ser una persona y no un mueble.

lunes, 28 de marzo de 2016

Culpa

A menudo decimos que la culpa es una mierda. Que no deberíamos sentir culpa. Y diciendo esto nos ponemos una barrera que nos impide sentirnos libres de sentir culpa y nos impide hacer nada para gestionarla. El catolicismo y su culpabilidad serán una mierda, pero por lo menos le daban una solución: confesión y penitencia. En nuestros grupos y redes superguays no tenemos ningún remedio para la culpa. Sólo un: no deberías sentirte culpable, que a menudo solo consigue empeorar las cosas.

Creo que el ejemplo más gráfico que he visto de lo que es la culpa y la penitencia fue en la película La Misión. Donde uno de los personajes al principio de la peli mata a su hermano en un duelo. Y cuando se da cuenta se siente terriblemente culpable. Sí, es un machi y la razón por la que sucede además es especialmente machi, pero no cambia el tema del que escribo. ¿Cómo sigues viviendo cuando has hecho algo realmente horrible y eres consciente de ello?

Una “solución” típica es la negación y el hacerse fuerte en la idea de que todo es culpa del resto del mundo y tú solo una víctima del sistema que se encontró haciendo algo que no podía evitar. O incluso pensar que “se lo merecía” y cabrearte más y refugiarte en el cabreo perpetuo. Esto te convierte en un nido de violencia, porque para justificarte generarás más y más violencia, entrando en un bucle del que cada vez es más difícil salir.

En la peli optan por la solución de la penitencia. Consiste en cargar con un gran peso, que además es muy incómodo de mover, mientras suben una montaña. Y cuando finalmente llega, simplemente alguien lo suelta y manda su peso montaña abajo. Muy gráfico.

En otras pelis (especialmente de estados unidos), lo que se hace es una confesión pública. O si aún es posible hablar con la persona a la que le has hecho algo horrible, pedirle perdón a esa persona. Pero esto puede ser un problema, pedir perdón, según cómo, puede ser una técnica de manipulación emocional.


Ayer me pasé todo el día con un bloqueo emocional que no conseguía entender. Algo que suelo llamar “estado de shock” o saturación emocional. Es un estado en el que no sabes qué sientes ni por qué lo sientes. No puedes librarte ni aliviar lo que sientes de ninguna manera. No puedes llorar, la expresividad se complica mucho, y como no sabes qué te pasa, tampoco puedes contarlo. Sólo queda como un dolor que lo envuelve todo. Puedes aparentar que estás perfectamente, aunque realmente será básicamente apariencia. Quizá te cueste empatizar con nada ni con nadie, porque sencillamente no puedes absorber más emociones.

Sólo por la noche, cuando de hecho ya había pasado mi hora de dormir, conseguí entender qué me pasaba. Y en buena parte era un sentimiento de culpa brutal. Supe que finalmente lo había acertado porque empecé a llorar automáticamente. Con ansiedad, ahogo y sensación de descontrol. En algún momento conseguí dormir, pero hoy ha seguido. Las lloreras intermitentes que me parecen imparables. En algún momento de mi vida conseguí controlar bastante mis lloreras y en general solía darme permiso para llorar hasta que me cansaba y decidía que ya no quería más. Pero llevo una temporada en la que no puedo, las ganas de llorar me desbordan. Todo lo que siento me desborda.

El dolor no se ha ido. Es solo que ahora puedo identificarlo. Pero no puedo hacer nada realmente por cambiarlo. No tengo ningún mecanismo de reacción y gestión para esto.

Me siento como en una de esas pelis de acción en las que hay un malo muy malo que ha raptado o hecho cosas malas a una persona inocente. Y llega un punto en el que parece que ganan los buenos y han liberado a la persona inocente. Pero entonces resulta que el malo había dejado a la persona inocente programada para hacer algo horrible, y como todo el mundo se ha confiado nadie puede evitarlo. Siento ese horror, de haber hecho algo que me parecía lo peor del mundo. Tengo miedo de volver a hacerlo. Siento una tristeza brutal por todo lo que he perdido. Y me siento terriblemente culpable. E impotente. Daría lo que fuera por volver atrás, pero no puedo. Y llegados a este punto, nada de lo que haga puede remediar ni siquiera las consecuencias de lo que hice.

martes, 9 de febrero de 2016

resumen de pensamientos varios

[Aviso de contenido: suicidio, transfobia, abusos sexuales en la infancia, capacitismo]

Últimamente me sobra el tiempo para reflexionar y le doy vueltas a varias cosas.

Por una parte, mis pensamientos suicidas se han disparado. En ningún momento anterior de mi vida habían sido tan constantes e intensos. Dentro de mi cabeza he escrito varias notas suicidas, he pensado el cómo el dónde y el cuándo, y a ratos tengo la sensación de que me quedan pocos días de vida. Quizá no lo haga, igual que no lo he hecho hasta ahora. Pero aún así, esta sensación se va a quedar conmigo, este recuerdo. Y aprendo cosas, como que a pesar de que hace apenas una semanas (o un mes, ya) creía que estaba en uno de los mejores momentos de mi vida y me sentía apoyada, lo cierto es que estoy realmente sola.

Por otra parte, no he dejado de darle vueltas al tema del género y a la identidad de género, y a la propia imagen, y a cómo se percibe externamente. Creo que también tengo más claro que nunca que mi género es no binario y que si no lo exteriorizo es por miedo a la transfobia que sé que me encontraría si lo hiciera. Los últimos años seguía la política de identificarme como mujer como manera de mostrar que recibo la opresión machista y que esta opresión es de las que más ha marcado mi personalidad. Ahora mismo me doy cuenta de que esto no está reñido con tener un género no binario. Creo que las identidades políticas no me gustan a nivel conceptual, creo que son básicamente una manera de oprimir haciendo como que no.

Y pienso también en el tema de los abusos sexuales en la infancia. Por una artículo que leí recientemente y por un caso que está saliendo a la luz en Barcelona. Y porque cuando estoy sola es cuando más vuelvo a repasar mi vida, pensando en cómo he llegado hasta donde he llegado. No sé cómo clasificar mi experiencia, siempre tengo este miedo, como de decir que lo que he pasado es más de lo que realmente fue. Exagerar. Exagerar en cosas así está feo. Es de las cosas que más me bloquea cuando quiero hablar del tema. Envidio un montón a las personas que pueden hablar de las violaciones que han sufrido. Pero volviendo al tema, me jode no saber qué parte de mi personalidad en realidad son secuelas de esa época y del resto de violencias que sufrí durante mi infancia. Me siento una persona rota y sin solución.

También pienso en el capacitismo. En como se intersecciona con todo lo anterior. En cómo constantemente siento la presión por ser distinta a como soy. Que no basta que piense continuamente en el bienestar de la gente que me rodea, además tiene que parecerlo. La peor opresión que he sufrido es ésta. Pienso en cómo mis discapacidades surgen especialmente cuando estoy mal y en cómo cuando estoy bien llega a parecer que no existen. Mi silencio permanente ha vuelto y vuelve a darme miedo el cómo es percibido. Me da miedo que se perciba como un ataque. Me da miedo que se perciba como desinterés. Me da miedo porque lo hago sin darme cuenta. Me pierdo en mis ensoñaciones y no sé cómo salir de ahí. O peor, no quiero salir de ahí, hay momentos en los que nada de lo que sucede a mi alrededor mi interesa lo suficiente, más bien me agota. Me apetece compañía pero no demandas de que actúe de manera sociable. No puedo.

Pienso en el dolor. Siento dolor constante. No tengo miedo a sentir dolor, porque lo que temía sentir es lo que estoy sintiendo. Pienso en los efectos que tiene esto. En el odio y la rabia que me provoca, y en los efectos del odio y de la rabia. Sé que si me limito a tumbarme y esperar, el dolor no se irá nunca. Sé que la única solución pasa por salir. Igual que cuando estoy enferma de gripe sé que tengo que hacer el trabajo de cuidarme, dándome de comer, limpiando a nivel básico y el resto de cosas, ahora tengo que hacer el trabajo de mantenerme en movimiento. Aunque, igual que cuando tengo gripe, cualquier esfuerzo es agotador.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Muerte

[TW: suicidio, violencia]

Solía imaginar mi propia muerte. Durante mucho tiempo, de manera descontextualizada. Me imaginaba solo la escena final, la violencia última que acababa con todo. El método de muerte dependía según lo que me doliera en ese momento, una veces el corazón o el pecho, otras tantas la cabeza. Imaginaba distintos tipos de armas y utensilios usados como armas. Y ahí se quedaba, a veces en repetición en bucle, una y otra vez la misma escena final, fondo blanco o negro, neutro, porque no importaba nada más.

A veces también imaginaba no haber nacido. O me preguntaba qué había antes de la vida y lo agradable que hubiera sido quedarse ahí. O quizá desaparecía.

Muchas muchas veces me imaginaba marchando. Quizá empezaba a andar sin rumbo y me alejaba. O no imaginaba el cómo marchaba sino las notas que les dejaría a la gente que dejara atrás. O las sensaciones que tendrían cuando desapareciera sin más, sin decir nada, sin aviso ni despedida ni explicación alguna. Cuando se sintieran como me he sentido yo tantas veces por la marcha inexplicable de una persona querida.

También a veces me imaginaba historias que legitimaran mi muerte o desaparición. Aunque estas eran conflictivas, porque no podía no luchar, y el final triste lo sentía demasiado intensamente y me encontraba cambiándolo. Alguna vez me raptaban, pero entonces nos raptaban conjuntamente y yo trataba de liberarnos conjuntamente. A veces entraba gente violenta donde estuviera (colegio o espacio activista), disparando, rompiendo cosas, gritando. Así podía morir en plan martir. Así no era culpa mía, eran las circunstancias y yo lo había intentado hasta el último momento. A veces solo iba por la calle y un atracador (u otro perfil de atacante) me ponía un revolver en la cabeza, y yo le decía que disparara, que me daba igual. Pero entonces se quedaba tan perplejo que no lo hacía.

Así fue durante buena parte de mi vida. Creo que incluso durante mi infancia. Y esto tiene bastante sentido, porque las cosas más duras de mi vida pasaron cuando tenía 4 y 5 años, y luego tampoco mejoraron tanto.

Con veintypocos recuerdo un momento de cambio de tendencia. Después de leer un mail muy triste, recuerdo que miré las tijeras que tenía a mi lado, y recuerdo que me di miedo porque realmente deseaba acabar con mi vida. Ya no era un deseo de muerte indefinido, no llenaba de excusas mi historia para poder morir sin sentirme culpable, era un deseo claro y realista.

Recuerdo ese momento porque si me pasara ahora no sentiría sorpresa. Paradójicamente, aunque creo que mi vida en general ha ido "a mejor", el deseo de morir solo ha crecido. No es desesperación, no es un momento en el que lo veo todo negro, es más una conclusión lógica, que me da miedo precisamente por la frialdad que la acompaña. No siempre está ahí, a veces, ocasionalmente, me siento realmente bien, me siento feliz (no eufórica, feliz), y quiero vivir, quiero tanto tanto vivir, y no entiendo por qué a veces dejo de quererlo.

Pero eso es solo a veces. La mayor parte del tiempo no. La mayor parte del tiempo vivo en la confusión, los sentimientos encontrados, el "me gustaría vivir y experimentar tantas cosas, pero es tan cansado y estoy tan harta de este dolor y esta lucha constante". De fondo, la mayor parte del tiempo están los pensamientos suicidas. Y estos son los momentos razonablemente buenos. Luego estan los malos.

Ahora en los momentos menos buenos (que tampoco son los peores) planifico cuidadosamente mi futura muerte. Me planteo cosas como cual sería el momento más adecuado, tanto en fechas como en horas concretas. Dónde debería ser. Cómo conseguir una muerte indolora y a la vez no traumatizar demasiado a quien encuentre mi cadáver. Me gustan las muertes poéticas, pero son más complicadas, con muchas más posibilidades de que algo salga mal, y también intuyo que más desagradables de sentir. Mis muertes poéticas son en el mar o en las montañas, en una bonita unión entre mi deseo de huída y mi deseo de muerte, además de otros simbolismos varios. Pero creo que me quedaría con algo más pragmático.

A menudo pienso que si alguna vez lo intento, será para conseguirlo. Nadie podrá decir eso de "lo hace solo para llamar la atención". Quizá me llamen cobarde o egoísta, pero quien lo haga solo demostrará no conocerme en absoluto.

Cuando tenía unos diez años recuerdo que iba por la calle, yendo o viniendo del colegio, reflexionando por qué la gente sigue viviendo. No por qué la gente muere, sino por qué la gente no muere. Para resolver la duda me planteé por qué yo seguía viviendo y me encontré diciéndome que si moría mi familia estaría triste y dolida y que bastante tristeza y dolor tenían ya. Así que llegué a la conclusión lógica de que si la gente no moría masivamente era por la trampa del amor y las emociones, que son realmente la única razón por la que aguantamos el dolor que implica toda vida. Tardé bastante tiempo en aprender que yo no sirvo de sistema de referencia, y que la mayoría de gente no sigue viviendo para evitar el sufrimiento de otras personas sino porque creen que quieren seguir viviendo o porque nisiquiera se lo plantean.

Si alguna vez muero por propia voluntad, no creáis que ha sido por desesperación, ni le atribuyáis el mérito a "la sociedad". Si alguna vez muero por propia voluntad será porque me habré hartado. Del dolor permanente, de que el mundo sea una mierda, de empatizar continuamente, de saber que no hay esperanza, de la frustración por cada vez que lo intento, de sentirme tan sola rodeada de tanta gente y de saber que nunca dejaré de sentirme extraterrestre. No lo llaméis desesperación, ni momento de locura. Dejar de sentir dolor pudiendo hacerlo es una conclusión lógica.

No, yo no quiero tener hijes. Cómo podría ser tan cruel.

sábado, 29 de agosto de 2015

Sobre no hablar

Durante mi infancia los comentarios y bromas sobre mi supuesta (y falsa) mudez eran una constante. Desde el clásico "¿qué te pasa? ¿se te ha comido la lengua el gato?" hasta los bienintencionados "deberías esforzarte por abrirte más". Porque "abrirte más" significa "hablar más", aunque sea de absolutamente nada, que es lo que hace la mayoría de gente. (Mentalmente lxs mando a la mierda colectivamente)

A veces pienso que eso forma parte de mi oscuro pasado, casi casi, como si hubiera sido otra persona. Pero tarde o temprano vuelven a darse situaciones de esas que creía olvidadas. Como ayer mismo, cuando entré a una tienda y un hombre se puso a hablarme así porque sí, y yo me limité a sonreírle y tratar de decirle telepáticamente "deja de hablarme, no me apetece escucharte y no me apetece contestarte". Se hartó al poco rato y pude seguir con lo mío con mi confortable silencio. Luego, pensando me di cuenta de llevaba días sin hablar en voz alta. Tanto, que me supuso un esfuerzo recordar cómo se hacía cuando al poco rato llegué a la caja y me obligué a unos mínimos de sociabilización.

Siempre me parece muy complicado explicar(me) por qué es así, por qué hay momentos en los que hablar me resulta tan difícil. Por una parte es un tema mental, mi mente está metida de lleno en otros pensamientos y se siente perfectamente en su medio, y salir de ahí para meterse en algo tan complejo como las relaciones humanas, con todas sus normas complejas y absurdas, es muy difícil y le apetece muy poco. Creo que es parecido a la sensación de dejar de estar de vacaciones y ponerse a trabajar, incluso aunque sea un trabajo que te gusta y te apetece, siempre requiere un esfuerzo mental inicial más intenso. Y luego también lo siento como algo físico. Es como si mis mandíbulas, mis cuerdas vocales y mi lengua no supieran cómo moverse.

A veces sencillamente no consigo hablar. Recuerdo la vez que lo noté más claramente, una situación con una tensión emocional enorme. Intenté obligarme a decir hola, pero no lo conseguí. Creo que incluso me obligué a abrir la boca un poco, a ver si así salían las palabras, pero no funcionó. Fue como si una parte de mi cuerpo me traicionara. Y sentí miedo, y creo que nunca he dejado de sentirlo desde entonces (ese miedo en particular, otros muchos ya los llevaba conmigo). Creo que dejar de dar por supuesto algo siempre tiene este efecto de cambio de perspectiva. La mayoría de gente asume que hablar es algo voluntario y que la única dificultad puede ser decidir qué decir (porque una vez lo decidas, podrás hacerlo sin más). Yo sé que para mí no es así, que a veces no funciona.

Esto también lleva a otra cosa curiosa, desde un punto de vista externo. Y es que puedo pasar de estar totalmente en silencio, o en modo monosílabos (cuando me sale reducir al mínimo posible la verbalización), a hablar en modo discurso, con frases muy complejas y/o en modo agresivo (a veces involuntario). La timidez es incomprendida y a menudo se la trata con paternalismo, pero se la tolera bastante e incluso puede parecer encantadora. Pero cuando no es timidez porque puedes hablar "sin ningún problema" (aparente), la incomprensión aumenta y el rechazo también.

Creo que todo esto aumenta mi miedo a la interacción social. No es solo el tener que aprender las normas sociales, y aprender qué decir cuando no hay nada que decir (solo escribirlo me mete el mal rollo en el cuerpo), es también saber que en cualquier momento puedes colapsar y que entonces todo será un mierda muy grande. No solo por lo desagradable que sea ese momento en sí, sino porque ese momento tiene la capacidad de llevarse por delante relaciones que llevas meses o años currándote. Y si hay personas "nuevas" delante, salir del armario de "bicho raro" sin poder elegir ni poder evitarlo.

Lo peor siempre siempre es eso: el rechazo social. Todo lo demás puede ser difícil de gestionar, pero lo que lo convierte en insoportable (sensación de insoportabilidad, que es mentira, porque seguimos aguantando) es el rechazo social.

miércoles, 1 de julio de 2015

Quiero ser antinatural

Cambiar los gustos. Reprimir las emociones. No salir corriendo, no despreciar, no dejarse llevar por el primer impulso. Ser anti-natural.

Veía hace unas horas como una experta (no sé en qué) decía que para ligar hay saber elegir el lugar de la cita, porque el efecto del contorno se nos mezcla en lo que sentimos por las personas que hay en él. Y puestos a que afecte, mejor lo controlamos. Hablaba también del poder evocador de los sentidos, algo que también debe ser controlado para causar el mejor efecto, claro.

Hasta ese punto somos emocionales. Mezclamos emociones de causas diversas entre sí.

Supongo que una guerra contra los impulsos emocionales es una guerra perdida. Lo hablaba con un amigo, le decía que es terriblemente injusto cómo valoramos a la gente, y cómo nos valoran. Y lo mezclaba con todo el tema de la diversidad neurológica y de las opresiones en general. Él me decía que sí, que es muy injusto, pero que una vez ya me he dado cuenta, es mejor que lo asuma y trate de vivir mi vida preocupándome de mí. "No intentes cambiar lo que no puede ser cambiado".

Por supuesto, no le hago caso. Si dejo de intentar cambiar todo lo que necesito que cambie, me ahogo, así que no es una opción. Pero sí me doy cuenta de que es un problema sin solución.

He intentado cambiar mis gustos. Lo he conseguido. Los he ampliado mucho más de lo que creía posible. He superado muchas de las barreras mentales que tenía inicialmente. He conseguido ser capaz de valorar cosas que no se suelen valorar, como la honestidad real (que implica a menudo ser leíde como bicho raro), la capacidad de mostrarse vulnerable, actuar realmente intentando que las otras personas estén a gusto, interesarte por respetar (especialmente los límites del resto de gente), etc.

Y aun así sé que sigo siendo terriblemente injusta. Por ejemplo, no me siento igual de cómoda con todas las personas que me gustan y sé que eso es difícil de cambiar, porque choca con mis propios límites, mis propias rarezas. Tampoco confío igual, por lo mismo. Ni perdono igual. Y me jode un montón que sea así.

Según voy aprendiendo más sobre mí, fijándome en todas esas cosas que hasta ahora había interpretado como "rarezas mías" (y en otras que ni siquiera entendía que fueran distintas a la mayoría de gente), más cuenta me doy de lo injusta que es la percepción humana en general. Si una persona te mira obsesivamente porque está preocupada por ti, te quedarás son la sensación de "no quiero que me mire tanto", y apenas te darás cuenta (si es que lo haces) de que está intentando que estés mejor. Si una persona no te mira en absoluto, te quedarás con la sensación de que pasa de ti, aunque racionalmente sepas que quizá no te mira por cualquier otra razón y que quizá te esté escuchando atentamente.

Checklist of Neurotypical Privilege.
"37. If I fail to understand autistic people, this is attributed to a deficit inherent in autistic people rather than in me."
(Privilegio Neuro-Típico: Si fallo en entender a las personas autistas, esto se atribuye a un déficit inherente a las personas autistas y no en mí.)

Todo se resume en esto. Si una persona autista no entiende a una persona neuro típica, es culpa de la persona autista. Si una persona neuro típica no entiende a una persona autista (algo que sucede continuamente), también es culpa de la persona autista. Cambia "persona autista" por cualquier persona con un comportamiento atípico y sigue siendo así. Por mucho que intentes explicarlo, por muy racionalmente que argumentes que esto no debe ser así, seguirás chocando contra este privilegio repetidamente.

miércoles, 6 de mayo de 2015

No persona

Me obsesiona el binomio sentir y razonar. Nada nuevo.

Me explico y sobre-explico, razonando lo irracional, pero no sirve. Es esto. Pero las personas no se mueven en un plano racional, sino en uno emocional. De nada sirve que expliques todo, hasta el último detalle, si lo que transmites emocionalmente es otra cosa.

Y lo enlazo con el tema poliamor. Si eres leída como persona "completa", y no como persona necesitada de todas las cosas que teóricamente necesitamos en el mito de la media naranja, serás leída también como persona a quien se puede herir sin problemas porque puede aguantarlo todo. Como si el dolor de una persona segura fuera menos dolor que el de una persona insegura. Como si mis necesidades fueran menos importantes por saber cuáles son y poder explicarlas.

Y lo enlazo con el concepto de no-persona. Es la característica de cualquier grupo oprimido. Cualquier persona de un grupo oprimido es leída como menos persona que una persona del grupo privilegiado. Si se combinan varios tipos de opresión, se acumulan grados de no-persona. De ahí el problema de los derechos humanos, que no pueden ser aplicados sobre seres a los que no se consideran humanos.

Y salto al privilegio de ser sociable. Una persona sociable y una no sociable pueden explicar una misma cosa, por ejemplo un sentimiento nacido de una determinada situación. Jamás serán escuchadas de la misma manera. Cuántas veces otra persona dice justo lo que acabo de decir y a la otra le ríen la gracia y a mí me ignoran...

Hablaba con distintas personas sobre los filtros que ponemos cuando conocemos a gente nueva. Filtros para decidir si esa persona puede ser más importante o menos en tu vida. Para mí, lo principal es conseguir ver si la otra persona me está leyendo y tratando como persona o no. Y es mucho más difícil de lo que pueda parecer descubrirlo.

Y me doy cuenta de que las personas que son como yo, raras (leídas raras por la mayoría de gente), tienen más dificultades en poner los filtros porque es muy difícil encontrar personas que realmente te lean como persona. Nos acostumbramos a que nos traten mal. Y nos acostumbramos a aceptar como gran cosa solo el hecho de que nos miren. Esto significa, también (porque de por sí ya es bastante duro), que es difícil que podamos permitirnos poner otros filtros, tener en cuenta otros aspectos que no sean simplemente ese. (Y esto creo que está directamente relacionado con el hecho de que nuestras probabilidades de ser maltratadas sean mucho más altas, o que caigamos sistemáticamente en amistades/parejas a las que nos dedicamos más de la cuenta y que están desequilibradas y viciadas de inicio)

viernes, 20 de marzo de 2015

yo mi me

Últimamente lloro por todo. Al principio pensaba que igual era una cuestión hormonal temporal, que duraría un par de días y ya. Pero llevo en este plan semanas.

Y no es que esté triste. No es nada triste lo que me pasa. Bueno, es triste la parte que consiste en no poder llorar tranquilamente allí donde esté sin que tenga más importancia. Pero la mayoría de veces no lloro porque esté triste. Es más... sentirlo todo intensamente. A ratos el mundo es tan intenso que solo soporto estar en él a base de lágrimas.

Leer algo que es demasiado bello, o que me toca muy de cerca sin ni siquiera tener claro por qué, un "era esto, justo esto". Y a veces también, rabia, odio, sensación de injusticia insoportable. Y tristeza, claro. Pienso mucho en la expresión "tener el corazón roto" referida a experiencias que no se limitan a la perdida de un amor (romántico).

También pienso mucho en la multicausalidad. Las sensaciones y estados personales que están causadas por varias cosas. Cuando las emociones me desbordan no suele ser tan fácil como decir "la causa de todo es X".

Y pienso sobre el autismo. Y sobre cómo se relaciona conmigo. Y en si tiene algún sentido esta nueva obsesión.

Pienso en cómo ese día me dio un montón de ansiedad sin que pasara realmente "nada", pero en ese lugar en particular, solo con la luz de la calle, pasando una película en un lugar con más gente, con esa sonoridad que me parece que me rebota dentro del pecho... Y veo un patrón común a tantas otras veces en las que he acabado saliendo de la sala porque no sabía por qué, pero me sentía realmente mal. Y pensar, "puedo soportarlo". Y luego, "pero no vale la pena". Y me pregunto cuantas veces he seguido ahí aun estando mal, solo por no dar la nota marchando.

Y de ahí me pongo a pensar en que desde que decidí "cuidarme" no aguanto una mierda. Siempre tengo ganas de marchar. Cuando estoy con más gente, me siento equilibrista, valorando si estoy aguantando de más o si si me voy estoy aguantando demasiado poco porque en realidad no lo necesito. A veces no sé si me voy porque lo necesito o porque quiero dar la nota. Y me riño. Dar la nota voluntariamente está mal. Me digo que por lo menos tengo que avisar. Autocuidados, pero cuidando de lxs demás no pidiendo de más.

Me doy cuenta también de cómo prejuzgo a la gente. A la gran mayoría de gente la pongo en el saco de "personas a las que mejor que no me acerque demasiado porque no van a poder querer entenderme". Incluso en ambientes feministas y/o LGTB+. Cuando alguien que no me conoce empieza a tontear conmigo, asumo que lo hace porque aun no me conoce lo suficiente como para saber que no le intereso. Me he dado cuenta de que esta es la principal razón por la que rechazo el sexo con desconocidxs, no es una cuestión de morbo sino de relación social.

Y ves, aquí vuelvo al autismo. Y pienso en ese artículo en el que hablaban de cómo muchas personas autistas descartan el sexo con otras personas simplemente por evitarse las complicaciones sociales que requiere. Yo estoy justo ahí ahora. Mira que me gusta el sexo, pero es que no compensa, es que es demasiado esfuerzo para volver a quedarme con las ganas siempre.

Pienso también en esa pregunta de ese test. "¿Cual es el mínimo de relaciones sociales que necesitas en un día?". Yo le diría, pues depende. Si el día anterior fue emocionalmente intenso, necesito como MÁXIMO cero o pocas relaciones sociales, y esas pocas, solo con personas muy cercanas. Como mínimo, cero (porque negativo no se puede). Si el día anterior no fue tan intenso, pero fue socialmente activo con varias personas, como máximo, seguir igual, como mínimo, cero. Si llevo tres días seguidos sin ver a nadie, como mínimo, algo de interacción con quien sea, preferiblemente con alguien que no me juzgue si apenas me sale la voz, si pongo caras extrañas o si respondo con monosílabos de entrada. Preferiblemente, pasar un buen rato con personas conocidas, con bajas exigencias sociales, y haciendo algo me permita ejercitar el cerebro (y de aquí mi amor a los juegos de mesa, aunque un debate también sirve, si no es demasiado personal). Si llevo un tiempo largo con relaciones sociales frecuentes pero todas de baja intensidad, es posible que esté sociable y me dé por querer ver a mucha gente, incluida gente desconocida, especialmente en contextos en los que es probable que encuentre a personas interesantes. En estos casos, no tengo máximo (o por lo menos no tan claro), y mi mínimo está claramente por encima de cero, supongo que lo pondría en "mantener una conversación (de más de cinco minutos) con una persona".

En ninguno de los casos para mí tiene sentido considerar como "mínimo" estar rodeada de gente así sin más, más allá de comprobar que aun no ha habido un apocalipsis zombie. Para mí es bastante raro que en la escala de respuestas posibles estén más cerca de ninguna interacción cosas como tener gente alrededor (como en la calle), o mantener breves conversaciones con gente desconocida (como comprando), que una conversación con una persona conocida. Para mí es más difícil tolerar la presencia de gente desconocida (ya no digamos hablar) que hablar con alguien en quien confío. ¿Es raro esto?

D. no entiende por qué la gente que no conoce se pone a contarle su vida. D. no sabe que la cara que pone cuando le hablan lxs desconocidxs es una clara invitación a hablar. O quizá sabe esto, pero no sabe que en esta ciudad nuestra esto es raro. Al final siempre se trata de comparar respecto a la mayoría, ¿no? Cuando me hablan para preguntarme por una dirección, a veces me pongo tan nerviosa que se me olvida donde estoy, y tengo que pasar los primeros segundos calmándome para poder empezar a pensar dónde estoy, para luego poder pensar dónde está el lugar por el que me preguntan. Aunque he mejorado, y me doy cuenta, y ahora consigo responder tranquila y mantener una conversación trivial, y sonreír como se espera de mí. En realidad no es tan difícil cuando te aprendes el guión. Luego suelo quedarme (mientras me alejo andando rápidamente) un buen rato pensando en cómo ha ido, en si lo he hecho bien, en si le resultará útil, en si habré pasado como persona normal. A veces me entran ganas de volver atrás para asegurarme de que la persona en cuestión está bien. Con D. lo hicimos. Si hubiera estado sola, hubiera marchado, preocupada, pero hubiera marchado. Y D. solo no hubiera pensado en volver. Me encanta la gente que sabe ser sociable así de entrada, primero porque suelen ponerme mucho más fáciles las cosas para iniciar la relación (de amistad o del tipo que sea), y luego porque me complementan muy bien. Curiosamente, creo que todas las personas en las que estoy pensando (que son bastantes) luego me han confesado que se consideran tímidas.

No sé si decir que soy poliamorosa es un brindis al sol. Luego la gente me pregunta como si lo dijera en serio. Y lo hago, claro, solo que es como algo que funciona solo dentro de mi cabeza. Cuando pienso así me planteo si no tendría más sentido volver a la monogamia. Pero apenas acaba la pregunta y ya estoy viendo claramente que no, que para mí no tiene sentido. Quizá no tengo ni múltiples ni ninguna relación romántica, pero posicionarme así, como no-monógama, claramente me ha cambiado. Aunque sea una "chorrada" porque no pasará nada, es una gran cosa poder estar enamorada de más de una persona sin sentirme culpable. Y además, mis relaciones no románticas también han cambiado, algunas de ellas haciéndose más cercanas. Yo me he relajado al dejar de sentir que o bien era una persona importante con quien quería tener una relación romántica, o bien era una relación poco importante. Ahora no tengo dudas en considerar importantes a relaciones no románticas.

Lo que sigue sin gustarme es que no he conseguido el tipo de relaciones que me gustarían, en el sentido de los cuidados y del diálogo. Me gustan más las relaciones que tengo ahora, pero sigo sin llegar al punto que me gustaría. Tampoco he montado una comuna. Tampoco sé qué hacer con mi vida. Supongo que no se puede tener todo.

De momento me doy cuenta de que mi principal actividad es dejar de estar en guerra conmigo misma. Ser capaz de pactar creo que es un paso importante. Negociar y llegar a conclusiones útiles.

El punto de conflicto es que sigo pensando que debería ser capaz de hacer todo esto y además tantas otras cosas que no estoy haciendo. Y entonces creo que estoy siendo demasiado tolerante conmigo misma. Y vuelve la guerra. 

martes, 10 de marzo de 2015

Miedo

Desde que volví, muchas personas me han preguntado por Nicaragua, que qué tal me fue, que si me gustó, que si hacía mucho calor... Hace poco una, después de una de mis primeras respuestas vagas, me preguntó si había sido muy duro. Respondí alguna tontería, pero lo cierto es que sí.

Suelo decir que bueno, que no es para tanto, que total, entre los países de la zona es de los más tranquilitos. Pero luego recuerdo a Y. y esa mirada llena de miedo. Y se me hace un nudo en la garganta y recuerdo perfectamente porqué continuamente tenía ganas de volver a mi Barcelona. Ese miedo era insoportable (y sí, en otros lugares seguro que es mucho peor).

Creo que uno de los mayores privilegios con los que vivo es solo sentir ese miedo a sufrir violencia física extrema de manera puntual. He convivido con otros miedos toda mi vida, pero este es mucho peor. Viviendo en Barcelona, "solo" lo he sentido algunas noches volviendo a casa, o esa única ocasión en la que me atracaron, y quizá en algunas otras ocasiones. Pero no es algo constante. Ni es tan social. Algo de lo que se habla continuamente.

Los periódicos son básicamente sucesos. Los mismos taxistas te hablan de cómo en otros taxis te atracarían. Las conversaciones de la gente a menudo incluyen explicaciones de las cosas que pueden pasarte y de la prudencia que deberías tener. De una u otra manera, es difícil dejar de pensar en ello. En Barcelona tenemos una falsa sensación de seguridad (salvo en momentos en que hay alguna noticia que causa cierta alarma), en Managua la sensación es la opuesta. Y se nota en toda la ciudad, empezando por su construcción, con sus condominios y sus mansiones con guardas.

Cuando volví estaba eufórica, me duró días. Pero luego el miedo volvió. Miedo a finalmente conseguir que haya una revolución, que tenga éxito, y que lo que venga después sea peor en muchos sentidos.

domingo, 1 de marzo de 2015

Nada nuevo

De vuelta a Barcelona.

Mi vida es un privilegio de increíbles proporciones. Mi vida es un lujo. Y esta vez ni siquiera lo escribo con culpa.

Quiero una comuna. No sé cómo, pero la quiero, y la quiero ya. (Aunque quizá primero debería aclararme con qué quiero decir con esto)

Quiero niñxs en mi vida. Quiero una familia, un clan. Un grupo de personas a quien cuidar y que me cuiden. Quiero una red de afectos y cuidados que sea real y tangible.

Necesito estimulación intelectual. Creo que es el más inquietante de mis decubrimientos. Si no supiera que es imposible, creería que puedo morir de aburrimiento literalmente.

Quiero una vida sostenible. También a nivel energético. Y económico.

No sé si todo lo anterior es compatible.

martes, 3 de febrero de 2015

De necesidades y revisiones

¿Qué hacer con la necesidad? Revisamos muchos conceptos en nuestras vidas, revisamos el amor, las relaciones humanas en general, el "no es no", los límites, el consentimiento, los prejuicios, las estructuras de poder, cada una de las diferencias humanas. Lo revisamos todo y nos encontramos con una gran sopa de ideas con las que intentamos montar algo con sentido.

Cada vez que miro internet, la mismas páginas que solía abrir, me choca la cantidad de temas sexuales. A veces tengo la impresión que es lo único de lo que se habla. Leo una entrevista, interesante en muchos sentidos, que pone al mismo nivel la necesidad de comer y la necesidad de sexo. Me escandalizo por momentos. Quien opina así, ¿conoce de las hambrunas que hay en el mundo? Puede que sí, puede que aun conociéndolas le parezca que está al mismo nivel. Pero a mí se me revuelven las tripas y se me revuelve el cerebro con esa comparación. ¿Debería revisarme también por esto o está bien que no me guste?

¿Qué hacer con la necesidad? ¿Qué hacer con la necesidad de afecto? He escrito sobre esto tantas veces ya... Sigo pensando en ello. La teoría del poliamor está muy bien y suena genial. Y yo quiero eso, y más. Yo quiero todo. Quiero no sentir este deseo que parece insuperable por momentos y que me bloquea entera. Me bloquea las palabras, el pensamiento, el sentir de cualquier otra cosa. Quiero no enamorarme o hacerlo de otra manera. Quiero que me baste con lo que reciba, aunque sea poco. Pero no funciona solo con pensarlo, solo con racionalmente llegar a la conclusión de que sería mejor, no va así.

Extrapolo este sentir mío a otras personas en situación de necesidad afectiva. Que son más o menos, todas las personas que viven en el margen. Cada una con sus particularidades.

Luego pienso en el bulling y otras forma de presión social excluyente, algunas de ellas con violencia física incluida. Y pienso en nuestra super solución para arreglar los problemas del mundo, hablar hablar y hablar. Y lo mezclo también con mi experiencia con criaturas varias, y el ideal de una educación con perfecta paz, harmonía, buenos sentimientos y valores feministas.

Creo que el feminismo que me gusta se olvida sistemáticamente de las criaturas. Habla de adultismo, pero lo practica mientras lo hace.

Igual que se olvida de la pobreza, incluso mientras la sufre. Como si no fuera con nosotrxs, como si la exclusión por pobreza no fuera una realidad. Las personas que mueren de hambre ¿necesitan el sexo tanto como la comida? ¿Necesitan el afecto tanto como la comida? Me da la impresión que necesitan afecto, pero no tanto el sexo. Quizá soy yo que soy rara, lo asumo, es así, no soy una muestra representativa de la sociedad. He llegado a desear el contacto sexual con otra persona hasta el punto de sentir dolor físico, pero sigo pensando que el afecto y la comida son más importantes.

Leo sobre adicciones, leo con sorpresa una noticia en la que quien escribe se sorprende de descubrir que las adicciones tienen una componente emocional importante, que dependen de su situación personal. Lo que me sorprende es su sorpresa, ¿no es evidente esta conclusión? Me pasa a menudo, asumo que todo el mundo sabe lo que yo sé, pero no. Igual que yo no sé tantas cosas. La gente no suele tomarse bien cuando me sorprendo de que no sepan las cosas, y yo lo siento, no es con mala fe.

Las adicciones se superan mucho mejor con una buena situación personal y emocional. Bien, pero, ¿cómo llegamos a ella? ¿Nos dedicamos a "rescatar" a la gente? Eso no nos gustaba, porque es paternalista y el paternalismo no nos gusta. Es como lo de la pobreza, con 50 euros no voy a arreglar nada, y yo también estoy (teóricamente) por debajo del humbral de la pobreza, así que no hago nada. Hay tanta gente con tantas carencias afectivas que ¿cómo cubrir las necesidades de todas? Y más ¿cómo voy a hacerlo yo que también tengo grans problemas de carencias afectivas?

Yo no hubiera hecho nada con mi vida si no me hubieran ayudado, sería una sombra en vida o habría muerto. Cuando hablamos de dependencias y de capacidades siempre lo tengo presente. Yo también me siento discapacitada, solo que no de manera visible. Cada vez que veo a alguien hablando del tema "diversidad funcional" en parte me siento aludida, aunque a la vez me doy cuenta de que la persona que habla no me incluye en ese grupo. Es uno de mis cortocircuitos mentales cuando me muevo por el mundo, especialmente en espacios feministas. En cuanto a leído mujer, y a menudo, leída lesbiana, tengo un espacio para mí, pero luego se espera que me comporte de manera sociable. O quizá no se espera, pero lo siento así. ¿Cómo evitar eso? ¿Cómo hacer que todas las personas, con sus infinitas variaciones, se sientan aceptadas e incluídas?

En temas de poliamor, consentimiento y feminismo en general se dice eso de "pregunta". Yo pregunto mucho, pero entonces la gente se me queda extrañada. Me dicen que por qué pregunto tanto. Supongo que pregunto cosas evidentes, pero es que para mí no son evidentes. Pensaba, por ejemplo, en que cada vez que llegue el momento de "darse dos besos" debería preguntar. Y luego he pensado que nadie lo va a entender. O muy pocas personas. Y me pregunto qué sentido tiene que yo, que tengo inmensos problemas de sentir rechazo social, haga lo que para mí es un esfuerzo titánico como preguntar verbalmente algo que me parece tan intimo o tan contrario a las normas sociales, sabiendo que lo que más encontraré será rechazo. Y sin embargo, muchas personas dan dos besos sin querer hacerlo, sintiendo rechazo hacia el contacto físico a cualquier nivel. La única razón por la que lo haría es porque creo que soy de las pocas personas que se dan cuenta de ello.

Hay personas que sienten rechazo hacia cualquier contacto físico, y hay personas que si no son abrazadas y tocadas continuamente no se sienten acogidas. La única solución es preguntar, pero preguntar genera agotamiento, y a algunas personas, nos cuesta especialmente hacerlo. También a algunas nos cuesta más que a otras contestar cuando nos preguntan algo. ¿Cuantas veces debo haber sentido durante un instante que me iba a estallar la cabeza después de recibir una pregunta? Y me quedo callada durante un momento (antes solía ser bastante más tiempo), para poder gestionar mi agobio por una parte, y para poder ordenarme las ideas por otra (el problema es que me aparecen demasiadas posibles respuestas y no puedo darlas todas a la vez). Yo necesito recibir paciencia y ver muestras claras de interés en la otra persona para poder sentirme a gusto, y sin embargo, hay gente muy impaciente. A veces yo también lo soy. A veces pedirle a mi cabeza que deje de correr tanto para darle tiempo a hablar a otra persona, mientras me concentro para no dejar de prestarle atención ( y especialmente, que no note que mi cabeza quiere irse divagar sobre otros asuntos que no le incluyen), a veces me parece un esfuerzo sobrehumano. ¿Cómo se combinan ambas necesidades? Incluso en un mundo ideal sería difícil. En este, totalmente imposible.

Creo que el feminismo que me gusta a veces se pasa de optimista. Lo queremos todo y lo queremos ya. Así que por una parte pretendemos acabar con las normas sociales y por otra intentamos que todas las personas se sientan incluidas sin darles unas referencias (normas sociales) de guía. Lo que resulta es que se dan consignas que se van difundiendo hasta que aparecen ("se crean colectivamente") otras supuestamente mejores y se intenta que reemplacen o complementen las anteriores.

Un lío.

Y además, un lío que se da dentro de un sector de la población minúsculo.

Volviendo al principio. Más o menos todas las filosofías de no-monogamia con principios incluye un punto de partida que es una red afectiva. Se supone que es la garantía para aguantar todo el resto. Esas redes afectivas son las que se supone que compensan esa necesidad de que hablo, se supone que cubren la necesidad de afecto e incluso quizás otras, como la económica o la sexual.

El tema es... ¿quien forma parte de esas redes afectivas? En las representaciones que he encontrado hay básicamente cuerpos normativos, a menudo con bastante dinero. A veces son cuerpos con cierta disidencia de género, a veces son no blancos, pero poco más. Si las redes afectivas son, a efectos prácticos, un grupo de amigxs, creo que no se está cumpliendo el objetivo de acabar con la exclusión.

(Voy a publicarlo tal cual, aunque seguramente requiere bastante revisión y también me gustaría incluir algunos enlaces, pero ahora no tengo tiempo y no sé cuanto tardaré en tener tiempo y ganas de hacerlo)

jueves, 22 de enero de 2015

Ansiedad social

Ayer la bombona de gas se terminó. El sistema que tenemos en casa no consiste en tener varias bombonas de repuesto y cambiarlas por nuevas cuando es conveniente, sino que solo hay una bombona y cuando se termina hay que llamar (por teléfono) para que traigan otra. La parte buena es que el servicio es muy rápido, en menos de media hora tienes una bombona llena. Pero para mí tiene una dificultad muy seria: la necesidad de llamar.

Luego por la tarde el plan era quedar en un bar con otras personas. Personas a las que yo no conocía, pero que mi hermana quería presentarme. En principio, parecía que ella vendría a buscarnos (a mí y a mis sobrinos) para ir hasta allí, pero luego vio que no le daba tiempo, así que contactó con un taxista para que nos viniera a buscar. Es decir, hizo buena parte del trabajo más difícil para mí, contactó con estas personas y concertó la cita (varias llamadas para ello), y llamó también al taxista para que viniera. Y aun así, una parte de mí temblaba pensando que yo no sería capaz de hacer la parte restante, subir al taxi con mis sobrinos e ir hasta allí. Simplemente porque era ir a ver personas desconocidas en un país desconocido, subiendo en un taxi con un taxista que seguramente esperaría de mí que le acabara de dar indicaciones sobre la dirección y con quien (¡horror!) se supone que yo debía negociar el precio antes de salir. Esto último no llegué a hacerlo, pero por lo menos llegamos donde teníamos que llegar y hablé con quien tenía que hablar.

Ansiedad social. Ayer fue un día muy tenso. Como lo han sido muchos desde que llegué. Estamos en una casa que parece que estuvo vacía bastante tiempo, y aunque en general está bien, le van saliendo cosillas que hay que reparar. Y me toca buena parte de la función de supervisión. Cuando tengo a la gente físicamente delante lo llevo bastante bien. Salvo los momentos en que intentan ligar conmigo, que no sé cómo reaccionar, pero tampoco son todos. Podría ser mucho peor. Lo que llevo peor es que la gente que viene a arreglar cosas a menudo es gente que no sabe donde está la casa, y aquí las direcciones no son fáciles de dar. Desde el lugar X (conocido por todo el mundo en esta ciudad), 4 cuadras al este, luego una al norte, verá que hay el lugar Y, y de ahí, 3 casas a la izquierda, hasta que vea un portón metálico rojo. A lo que te preguntan, pero entonces, ¿está al lado del lugar Z, delante de la casa de la señora W? Y claro, no basta dar la dirección una vez. Suelen llamar justo antes de llegar para acabar de pedir indicaciones. Llamar, sí, por teléfono. La mayoría de gente no suele entenderlo, pero para mí, solo el sonido del teléfono ya me pone en alerta, como si fuera el aviso de un terrible peligro. Aunque Nicaragua tiene algunas ventajas en esto, aquí la costumbre de hablar con completos desconocidos es tan común que la gente no se pone nerviosa al hacerlo, hablan con naturalidad (signifique lo que signifique eso), y eso facilita que pueda disimular un poco mejor mis nervios, porque no tengo la sensación de que me estén estudiando con tanta atención como en Barcelona.

Después de 29 años (casi 30) luchando contra la ansiedad social, puedo decir que no es algo que yo haya elegido. Si de repente, por arte de magia, pudiera hacer que "se me pasara", por supuesto lo elegiría, y llamaría por teléfono felizmente, y conocería a toda esa gente interesante a la que siempre he querido conocer, y ligaría un montón. Pero especialmente, si me encontrara con una persona con ansiedad social no le pediría que lo supere. Como si fuera una elección de esa persona. Tampoco la forzaría a llamar por teléfono con argumentos como, "yo ya he llamado muchas veces, ahora te toca a ti" (como si fuera lo mismo para ambas). Si estando en una reunión social, viera que está entrando en pánico, tendría paciencia con ella, trataría de escuchar qué es lo que cree que más le conviene en ese momento, y no la juzgaría ni la miraría como a un bicho raro, no le dedicaría mi cara de "¿qué está mal contigo?". Si viera que no liga, no asumiría directamente que es una monja o que el sexo no le interesa, como si el deseo fuera lo único que importa. Intentaría ser clara con mis intenciones, intentaría decir con palabras qué es lo que espero de nuestra relación, intentaría poner en palabras las normas no escritas. O por lo menos, haría eso, si esa persona me indicara que su ansiedad social tiene orígenes parecidos a la que tiene la mía ahora. Y por supuesto, intentaría valorizarla como merece, tanto dentro de mi cabeza, como en mis actos al relacionarme con ella.

domingo, 18 de enero de 2015

Nicaragua

Nicaragua. Cruzar el charco solo para que la realidad que ya conocía me bofetee. Sabiendo que será así. Ver los privilegios tal cual. Sí, yo tengo los casi 800 euros que costó el billete. Sí, los tengo sin tener un trabajo remunerado. Sí, si hubiera intentado el viaje al revés, hubiera tenido que pagar 200 o 300 euros más. Sí, aquí 200 o 300 euros puede ser el salario de una persona que trabaje más de 8 horas al día, y podría ser menos.

Creo que desde que llegué no he parado de preguntarme para qué coño he venido aquí.

viernes, 3 de octubre de 2014

Nombrar la locura

Leo un texto hablando de Asperger. Otro más, casi de casualidad. Y como las otras veces me encuentro comparandome. Con la sensación de que habla de mí, pero no. Porque en algunas cosas no me parezco en nada. Y sin embargo, me cala esto de "No es fácil darse cuenta de que eres diferente de los que te rodean, de que no interpretas la realidad como ellos."

Y entonces empiezo a darle vueltas a esto de la psiquiatrización. Cómo todo se convierte en un transtorno mental. La necesidad de nombrarlo para que exista. El marcar la línea de lo enfermo y lo sano. La palabra "discapacidad".

"Aunque puede parecer impactante que te digan que has nacido con una discapacidad, la verdad es que saberlo ayudó a que mi familia y mis conocidos entendieran un poco mejor mi manera de relacionarme con los demás. Y dejaran de inquirirme porque no me relacionaba al mismo nivel que mis semejantes."

Nombrar algo que me sucede, llamarlo discapacidad, para que la gente de mi alrededor deje de prentender que sea de una manera distinta a la que soy.

Y entonces recuerdo ese día, hace unos meses. Cuando fui a una charla que me hacía mucha ilusión, y se llenó de gente. Había mucha gente en muy poco espacio. Y yo conocía a muchas de la personas que estaban, así que tenía como cierta obligación de actuar en consecuencia, saludar, sonreír, hablar un poco aquí y allá. Empecé a ponerme nerviosa Me puse más nerviosa que de constumbre. Ansiedad. Subiendo. Intenté las cosas que suelo intentar cuando me sucede esto. Pero mis recursos demostraron ser insuficientes. Hasta el punto de decidir marcharme.

Y se lo dije a M, que estaba ahí. La única persona de quien sabía que tenía que despedirme sí o sí. Cuando le dije que me iba empezó el ritual de quejas, "pensaba que vendrías a cenar". Pero cuando dije claramente "me estoy agobiando demasiado", el ritual se detuvo de golpe. Me dijo que de acuerdo, que ya nos veríamos otro día y me dio un abrazo.

Si la gente actuara como M ese día, no haría falta nombrarme loca, enferma, discapacitada.

Otro día hicimos un gráfico de grados de privilegio en distintos ejes. Uno de ellos era, por supuesto, diversidad funcional. No se trata de decir "qué grado de discapacidad tengo", sino "qué grado de privilegio tengo por funcionar de una manera más parecida a la de la mayoría". No me puse el 100%, porque considero que manera de relacionarme con la gente es muy incomprendida.

Me doy cuenta de que me afecta mucho más de lo que pueda parecer. Por ejemplo, cuando conozco a alguien que me parece interesante, suelo asumir que no será capaz de entenderme cuando vea mis rarezas en todo su esplendor. Por mucho que avise de entrada de que no soy muy sociable, es más probable que me discutan que no que se lo crean. Y entiendo que me discutan, he conseguido aprender a fingir estar bien incluso cuando estoy al límite de lo soportable. Tanto, que también he tenido que aprender a decir verbalmente que no estoy bien. Sé que no soy la única. Primero aprendemos a fingir que no sentimos lo que sentimos, luego aprendemos a fingir que sentimos lo que sentimos, tanto penas como alegrías, y entonces las exageramos, porque es la única manera de establecer comunicación emocional.

Pienso mucho en los códigos de conducta y los rituales diarios. Pequeñas rutinas de apariencia espontánea y natural. ¿Qué es la naturalidad? Otro ritual más. Tan común como borrar continuamente los errores que cometo mientras escribo por ser diléxica, palabras escritas al revés, borradas y reescritas para dar una apariencia de lenguaje fluido y natural.

Aprendo los rituales. Buena parte de ellos los aprendo de manera consciente. La mayoría lo hace sin darse cuenta. Saber esto es un universo de diferencia. Me relaciono como una persona "normal" hasta que choco contra una de las fronteras de mi conocimiento. Y entonces alguien se da cuenta, lo veo en su mirada, que me dice "qué es esto que veo en ti y no es lo que debería ser", o "por qué no estás haciendo lo que se supone de debes hacer". No es que haya una respuesta única para cada situación. Hay unas cuantas, pero un número limitado. Cuando sucede esto, en mi cabeza resuena un "mierda", como si me hubieran pillado en fatal error. O engaño. ¿Es engañar fingir ser yo? Es un instante de terror, terror a ante esa persona dejar de ser yo y pasar a ser simplemente "ese bicho raro".

Me asumo loca, rara, enferma. Solo yo, sin sistema médico que dé su aprobación. Me asumo todo eso y más para que nadie más tenga el poder de hacerlo antes.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Tienes que ser independiente

Cada vez estoy más harta de las teorías que replantean todo el tema del amor romántico sustituyendo el "mi felicidad depende completamente de mi persona amada" por un "mi felicidad depende única y exclusivamente de mí". Esto no es verdad. Las personas dependemos las unas de las otras. Pedirle a alguien que no dependa de nadie es pedirle que sea eternamente infeliz, que se pase la vida intentando algo completamente imposible.

Como el rollo de los libros de autoayuda de "mejora tu autoestima". Como si una pudiera mejorar su autoestima así simplemente por decidirlo. Como si fuéramos burbujas aisladas. "¡Qué gilipollas, pudiendo decidir ser feliz, me dio por decidir no serlo!".

Mi felicidad depende de muchos factores. Por ejemplo, sí, de que me quieran, de que me cuiden, de que me mimen un poco de vez en cuando. No puedo no necesitar todo eso. Tampoco puedo volverme totalmente inmune a la influencia de los mensajes culturales como "por ser mujer vales menos", o "si crees que te gustan las mujeres y los hombres es porque no sabes lo que quieres", o "si no sabes socializar eres un bicho raro y mereces vivir marginada", etc.

En realidad son cosas que sabemos, por eso nos unimos, por eso buscamos personas afines. Pero enseguida nos olvidamos. Nos dicen "tienes que ser más independiente, no puedes poner toda tu felicidad en manos de otra persona". Y volvemos a fustigarnos, "no soy lo bastante independiente, ¡mierda!, no consigo dejar de amar, no consigo dejar de pensar en X, no consigo estar bien sin mimos de otras personas, no consigo estar bien sin que otras personas me digan lo maravillosa que soy, así que hay algo en mí que no está bien, no soy lo bastante feminista, no estoy lo bastante empoderada, no soy LA persona ideal".

Vivo en una sociedad que me enferma. Vivo en una sociedad enferma. No creo que nunca deje de ser una inadaptada, porque no puedo adaptarme a un imposible. Algunas cosas de mí no puedo cambiarlas y algunas otras no quiero cambiarlas. Por ser como soy, necesito mucha ayuda para estar bien. Una de las pocas cosas útiles que he aprendido es a respetar mis límites. Reconocer (ante mí, de entrada) que necesito a otras personas forma parte de ello.

Así que sí, creemos comunidades, busquemos maneras de depender emocionalmente un poco menos de personas individuales (lo de "toda la felicidad depende de mi pareja" es peligroso porque es poner todos los huevos en una sola cesta), busquemos objetivos vitales o cosas que nos guste hacer que no consistan únicamente en estar con otras personas, pero no me pidáis que sea una superhumana capaz de vivir sin nadie más.

miércoles, 21 de mayo de 2014

No es no

Hablamos sobre "no es no". Quiero llegar a explicar la idea del "sí es sí", pero no lo consigo, porque ni siquiera asume el primer paso, ni siquiera me acepta que "no es no". Discutimos durante horas. Dice que el problema no es él, sino ellas. Que si se creyera un no cada vez que lo recibe, no conseguiría ligar nunca. Me da un escalofrío. "El mundo es así", encogimiento de hombros, y a seguir con lo suyo.

¿Cómo alguien puede preferir estar con una persona que no marca sus límites antes que no tener nada? Supongo que esta pregunta solo demuestra mi infinita inocencia. Como cuando me quedé chocada porque él hubiera sido capaz de "pagar por ello".

Pero yo recuerdo esos momentos tan raros raros raros... Estar con una persona y no saber si quiere una cosa o la otra. Y el miedo (miedo a sobrepasar sus límites, miedo a que estuviera aceptando pasivamente lo que yo hiciera solo por no ofenderme y no porque realmente lo quisiera, miedo a no gustarle realmente). Y esta sensación desagradable. Asco. Creo que nunca le podré perdonar que me hiciera sentir así.

Me da miedo que tuviera algo de razón. Me da miedo que las personas que dejan claro lo que quieren y lo que no, sean más la excepción que la regla.

Creo que le problemas que tenemos como sociedad con el respeto hacia el consentimiento tienen mucho que ver con esto también.

Y el origen es el mismo. ¿Cómo reaccionas cuando sabes que le gustas a alguien? ¿Cómo reaccionas cuando le gustas a alguien que no te atrae? ¿Crees que es algo de lo que esa persona debe avergonzarse? Creo que asumimos que sí. "¡Cómo podía menganita creerse que yo quería algo con ella! ¡Quien se cree que soy!" ¿Cómo te sientes cuando te gusta alguien y recibes una negativa? ¿Crees que es algo sobre lo que correr un tupido velo para no volver a hablar nunca de ello? "Mira que gustarme X, si es evidente que no va a ser, qué gilipollas que soy." La autopercepción a la mierda, la incomodidad dando de lleno a la relación con esa persona, las atracciones en general convertidas en tabú...

lunes, 28 de abril de 2014

L

17 de mayo, día contra la homofobia (aunque algunxs preferimos, "contra la LGTBfobia")
28 de junio, día del orgullo (o de la liberación) LGTB+
23 de setiembre, día de la bisexualidad
Octubre, octubre trans (no sé si hay un día más específico, shame on me)
1 de diciembre, día contra el VIH/SIDA
26 de abril, día de la visibilidad lésbica

Estos son los días que me sé, dichos de memoria. Se me dan mal las fechas, así que supongo que es un gran cosa que me acuerde de éstas.

Creo que este es el primer año que hago algo en el día de la visibilidad lésbica.

miércoles, 9 de abril de 2014

Me falta una palabra para esto

En este artículo de Píkara, hay el vídeo "Eaten by the heart" (en inglés), donde nos cuentan que besar "no forma parte de la cultura africana". Y donde se habla como de tener el "corazón roto" por cosas que no son el amor romántico tal y como lo entendemos en Europa. Creo que comparar vivencias entre distintas culturas es la mejor manera de darse cuenta de hasta qué punto esas vivencias son culturales. (Aunque echo de menos algún matiz, para el que me necesitaría también más conocimientos)

Hace tiempo que me está faltando una palabra para referirme a las personas con las que tengo un vínculo emocional importante para mí. Una categoría en la que las personas entren según la importancia que tienen para mí, y no según si tenemos adn común, o si mantenemos relaciones sexuales, o si nos vemos para hacer cafés (con o sin café), etc. Pienso que si me gustó el poliamor tal y como lo presentaba Brigitte Vasallo fue, entre otras cosas, por cómo pone el acento en el compromiso. Necesito ese compromiso. Me gusta el compromiso. Pero no entendido como privación de libertad o negación de mi ser. Así que me falta una palabra para decir "tengo un compromiso hacia esta persona". No una palabra que sustituya a "pareja", sino una que la amplíe, una en la que quepa también mi hermana o mi madre, una en la que el deseo sexual no sea una frontera sino una posibilidad más, una en la que ni siquiera sea indispensable la total reciprocidad.

¿Alguna sugerencia?