sábado, 29 de agosto de 2015

Sobre no hablar

Durante mi infancia los comentarios y bromas sobre mi supuesta (y falsa) mudez eran una constante. Desde el clásico "¿qué te pasa? ¿se te ha comido la lengua el gato?" hasta los bienintencionados "deberías esforzarte por abrirte más". Porque "abrirte más" significa "hablar más", aunque sea de absolutamente nada, que es lo que hace la mayoría de gente. (Mentalmente lxs mando a la mierda colectivamente)

A veces pienso que eso forma parte de mi oscuro pasado, casi casi, como si hubiera sido otra persona. Pero tarde o temprano vuelven a darse situaciones de esas que creía olvidadas. Como ayer mismo, cuando entré a una tienda y un hombre se puso a hablarme así porque sí, y yo me limité a sonreírle y tratar de decirle telepáticamente "deja de hablarme, no me apetece escucharte y no me apetece contestarte". Se hartó al poco rato y pude seguir con lo mío con mi confortable silencio. Luego, pensando me di cuenta de llevaba días sin hablar en voz alta. Tanto, que me supuso un esfuerzo recordar cómo se hacía cuando al poco rato llegué a la caja y me obligué a unos mínimos de sociabilización.

Siempre me parece muy complicado explicar(me) por qué es así, por qué hay momentos en los que hablar me resulta tan difícil. Por una parte es un tema mental, mi mente está metida de lleno en otros pensamientos y se siente perfectamente en su medio, y salir de ahí para meterse en algo tan complejo como las relaciones humanas, con todas sus normas complejas y absurdas, es muy difícil y le apetece muy poco. Creo que es parecido a la sensación de dejar de estar de vacaciones y ponerse a trabajar, incluso aunque sea un trabajo que te gusta y te apetece, siempre requiere un esfuerzo mental inicial más intenso. Y luego también lo siento como algo físico. Es como si mis mandíbulas, mis cuerdas vocales y mi lengua no supieran cómo moverse.

A veces sencillamente no consigo hablar. Recuerdo la vez que lo noté más claramente, una situación con una tensión emocional enorme. Intenté obligarme a decir hola, pero no lo conseguí. Creo que incluso me obligué a abrir la boca un poco, a ver si así salían las palabras, pero no funcionó. Fue como si una parte de mi cuerpo me traicionara. Y sentí miedo, y creo que nunca he dejado de sentirlo desde entonces (ese miedo en particular, otros muchos ya los llevaba conmigo). Creo que dejar de dar por supuesto algo siempre tiene este efecto de cambio de perspectiva. La mayoría de gente asume que hablar es algo voluntario y que la única dificultad puede ser decidir qué decir (porque una vez lo decidas, podrás hacerlo sin más). Yo sé que para mí no es así, que a veces no funciona.

Esto también lleva a otra cosa curiosa, desde un punto de vista externo. Y es que puedo pasar de estar totalmente en silencio, o en modo monosílabos (cuando me sale reducir al mínimo posible la verbalización), a hablar en modo discurso, con frases muy complejas y/o en modo agresivo (a veces involuntario). La timidez es incomprendida y a menudo se la trata con paternalismo, pero se la tolera bastante e incluso puede parecer encantadora. Pero cuando no es timidez porque puedes hablar "sin ningún problema" (aparente), la incomprensión aumenta y el rechazo también.

Creo que todo esto aumenta mi miedo a la interacción social. No es solo el tener que aprender las normas sociales, y aprender qué decir cuando no hay nada que decir (solo escribirlo me mete el mal rollo en el cuerpo), es también saber que en cualquier momento puedes colapsar y que entonces todo será un mierda muy grande. No solo por lo desagradable que sea ese momento en sí, sino porque ese momento tiene la capacidad de llevarse por delante relaciones que llevas meses o años currándote. Y si hay personas "nuevas" delante, salir del armario de "bicho raro" sin poder elegir ni poder evitarlo.

Lo peor siempre siempre es eso: el rechazo social. Todo lo demás puede ser difícil de gestionar, pero lo que lo convierte en insoportable (sensación de insoportabilidad, que es mentira, porque seguimos aguantando) es el rechazo social.

jueves, 20 de agosto de 2015

Agua

El derecho al agua es uno de tantos sobre los que no suelo escribir y que son fundamentales. Estando en Nicaragua fue uno de los temas sobre los que aprendí un poco más (no mucho). Estuve en una reunión de un grupo de los que intentan autogestionarse el acceso al agua, con aportación de ONGs varias. Para acceder a estas aportaciones tienen que comprometerse a pagar el mantenimiento posterior. Una cantidad que según los estándares europeos parecería una miseria. Y sin embargo este era el punto sobre el que discutían, cómo conseguir que todas las personas de cada grupo pagaran su parte. Y los problemas que se derivan del impago: el riesgo que supone que una de las personas del grupo ponga el dinero que falta confiando en que quienes no han pagado lo acabaran haciendo. La solución que buscaban era crear personas jurídicas con capacidad de endeudarse, y el siguiente problema: quién hace los trámites y quién los paga.

Luego estuve hablando con M. sobre toda esta historia, y ella decía que en realidad sería mucho más útil invertir dinero (por parte de las ONG) en pagar todo el proceso legal para demandar al estado y exigir que garantice el acceso al agua para todas las personas, y que lo mismo sucede en tantos otros lugares.

El acceso al agua intersecciona con "todo". Es obviamente una cuestión de riqueza, clase, y también, de género. Prácticamente en todo el mundo son las mujeres las que se ocupan de conseguir agua. Es uno de esos temas que el feminismo blanco demasiado a menudo olvida. Luego, por supuesto, también intersecciona con la opresión racista y tantas otras. Al final todas las opresiones tienen consecuencias en el acceso a los recursos y a la vida misma.

En esa reunión sobre cómo conseguir constituir personas jurídicas por parte de personas cuyo único interés es tener agua se vieron reflejadas muchas de estas opresiones paralelas. Empezando por el lenguaje y las formas. Una presentación formal, medio presentación de empresa, medio clase para criaturas. Elitismo y paternalismo. También, algunos comentarios machistas, alguno de los cuales fue contestado por una de las pocas mujeres presentes. Y presunción generalizada de que quien no paga es porque no quiere. Y que a esas personas lo mejor es cortarles el agua y así ya verás que sí que pagan.

Marché hace meses y aun no sé. Es lo único que conseguí concluir: no sé.