lunes, 30 de diciembre de 2013

Conversaciones

Apenas verme me dicen encantados que tienen que enseñarme lo que dice una auténtica hembrista. De tan emocionados, se tropiezan mientras me lo cuentan. Y de repente se iluminan y me preguntan "¿tú crees que existen hembristas?". Sé que no sacaremos nada de bueno de esta conversación. Que solo es una trampa. Que me piden mi opinión solo para mostrarse en desacuerdo y tratar de demostrarme que tienen la razón. La razón. Gustosa se la daría para que me dejaran tranquila.

Les respondo que no tranquilamente y con una sonrisa, mientras empiezo a notar la punzada en el pecho. Punzada de derrota. Por supuesto, no les gusta lo que digo. Se escanzalizan. A pesar de que ni siquiera es la primera vez que les cuento que no creo en el hembrismo. Les digo, como otras veces, que probablemente a sus ojos yo sea una hembrista o una feminazi.

Sé que después de esta discusión seguirán pensando sobre el tema. Sé que quizás, solo quizás, se replanteen mínimamente el orden social en el mundo, o sus propios privilegios. Sé también que incluso si sucede, no será ahora, no será mientras discutimos. Sé que a mi no me va a tocar ninguna satisfacción en este espacio de tiempo, que solo van a tratar de desmontarme, pidiéndome que me exponga, que exponga mis ideas, mi manera de pensar, para luego intentar ridiculizarme. Sé que no podré mostrar debilidad, porque si lo hago, todo habrá sido en vano, todos mis argumentos serán rechazados sin ni siquiera ser escuchados. Y sé que me va a costar, porque estoy rota ya de entrada, y fingir entereza cuando una está rota no es nada fácil. La noche anterior, en una de estas, me costó horrores no ponerme a llorar a moco tendido, ni salir corriendo hacia mi cama para quedarme acurrucada y olvidar que existe el mundo.

Luego siempre me pregunto para qué. Para qué intentar discutir nada. Para qué tanto esfuerzo, si nunca va a parar a nada. Y qué incluso si consiguiera que cambiaran su punto de vista. Y qué.

Qué posición tan cómoda esperar a que hagan todo el trabajo por ti. Y luego rechazarlo con desprecio. O asumir una parte, pero sin cambiar realmente los propios esquemas mentales.

Después de toda la discusión, aun me pidieron que mostrara empatía hacia un hombre, casi seguro cisgénero, probablemente blanco y heterosexual, y con el resto de todos los privilegios posibles. Empatía mientras él defendía que "hijo de puta" no es un insulto particularmente machista. A quien me lo pedía debía parecerle que su petición era de lo más feminista. Nosotras tenemos que ser empáticas, incluso con quien muestra un machismo alucinante, solo porque, pobrecitos, han crecido en la ignorancia. No como nosotras, que debimos iluminarnos por gracia divina. No me dio tiempo a preguntarle si a él también le había dicho que tenía que ser empático con las mujeres en general y con las feminazis en particular.

(Solo que en realidad sí que sirve. Gracias a conversaciones como ésta, tan aparentemente inútiles, cuando a su alrededor les surgieron amistades LGTB supieron darles apoyo, incluso pudieron recomendarles dónde buscar ayuda si la necesitaban o cómo conocer a otras personas LGTB.)

sábado, 28 de diciembre de 2013

Sobre abortar

En Pikara han hecho un recopilatorio de experiencias de mujeres que han abortado y no se consideran pobres víctimas que se pasaran el resto de sus vidas con remordimientos. Recuerdo que durante años esa fue la única imagen del aborto que me llegó. Los remordimientos eternos. Una decisión tomada por las circunstancias y totalmente errónea, porque luego una no podía olvidarlo.

Durante mucho tiempo, incluso cuando ya tenía cierta conciencia feminista, el aborto era uno de los temas que me incomodaban. No quería considerarlo un tema principal porque no tenía las ideas claras al respecto. No quería ir a manifestaciones que trataran sobre el aborto. No quería gritar eso de "derecho al propio cuerpo". Me perdía en el tema de en qué momento un ser se convierte en ser humano.

También, durante mucho tiempo, no tenía ni idea de cuales eran mis derechos en esta materia (ni en tantas otras, en realidad). Como la primera vez que me dio miedo estar embarazada. Ese momento de terror es difícil de olvidar. De repente, la pregunta de ¿qué haría si estuviera embarazada? ya no era un pura cuestión intelectual, alejada de la realidad. De repente no había nada más real. Y junto a ella, llegó instantáneamente la otra gran pregunta, ¿puedo abortar? Para a continuación darme cuenta de que no solo no sabía la respuesta, es que tampoco tenía ni idea de dónde encontrarla.

Pasado el primer momento de pánico, y pasados varios días dándole vueltas al asunto y hablándolo únicamente una persona (mi pareja de ese momento), decidí que no quería abortar. En caso de estar embarazada, seguiría adelante, pediría ayuda a quien tuviera que pedírsela, y a él le daría tanto la opción de estar a mi lado en el proceso como de no estarlo. Aunque seguía deseando profundamente que fuera que no.

Fue la primera vez que compré un test de embarazo. Recuerdo que fui a comprarlo yo sola, pensando en que era mejor ir a una farmacia a la que no fuera a menudo. La farmacéutica me miró con cara de preocupación, supongo que mi expresión al pedírselo mostraba el miedo atroz que me generaba la situación. No fue la última vez que compré un test de embarazo.... La siguiente fui bastante más hábil y lo pedí como quien pide una caja de paracetamol, como un gesto común y carente de significado especial. Con el tiempo una aprende que no mostrar las emociones permite vivir mucho más relajadamente.

Dio negativo. Todas las veces que me encontré en esa situación dio negativo.

Aprendí también a no dejarme convencer cuando a él le apetecía probar un rato sin condón porque le daba más gusto. Aprendí a cabrearme si era necesario. Una no debería necesitar cabrearse cuando está follando, pasándolo bien, y a otra persona le da por querer negociar algo que no es negociable y que estaba acordado antes de empezar. Es un abuso. También aprendí a darme cuenta de ello.

Alicia Murillo dice que quien no puede embarazarse no debería opinar sobre el aborto. Yo soy menos absolutista en estos temas, a mí que la gente opine no me parece mal. Pero no deberían poder decidir. Que opinen lo que les dé la gana, pero que no decidan sobre MI cuerpo, MI vida. Menos aun si no han pasado por la experiencia de tener que preguntarte si estás embarazada cuando no quieres estarlo.

Si ahora me quedara embarazada, abortaría. Seguro. Porque ahora tengo claro que no quiero pasar por el proceso de un embarazo. No quiero parir. Si alguna vez tengo hijxs, no será así. Y también tengo claro que abortar, si es voluntario, no tiene nada de malo. Y desde luego, no me convertiría en una víctima, ni tengo ninguna intención de traumatizarme de por vida.



"And if you don’t like abortion
Don’t have an abortion
And teach your children
How they can avoid them
But don’t treat all women
Like they are your children"

lunes, 23 de diciembre de 2013

Más vueltas sobre el amor romántico

De nuevo ando replanteándome todo el tema de las relaciones afectivas, el amor, la vida, las prioridades, los objetivos vitales, el tiempo del que disponemos, el tiempo que realmente usamos... Y las estructuras, claro. Las estructuras en todos los puntos anteriores. En esas estoy y encuentro que



viernes, 20 de diciembre de 2013

Enciendo la televisión

Enciendo la televisión después de muchos días. Están en horario de noticias y hablan de Messi y de unas declaraciones que ha hecho, al parecer muy importantes. Unos minutos antes estaba mirando un periódico deportivo online (una de mis auto-concesiones), así que sé de qué va el tema. Recuerdo las opiniones de los lectores de la página en cuestión, defendiendo al pobre Messi que ha sido injustamente acusado de enriquecerse ilegalmente. Es el absurdo de las supuestas noticias deportivas, al final todo se basa en defender a gente que en un año consigue mucho más dinero del que tendrá la mayoría de la gente que lo lee en toda su vida. Es el Sistema, si no puedes oponerte a él, participa alegremente en los debates sobre si Messi tiene un sueldo lo bastante elevado o aún no.

Un rato más tarde me hablan de la gran suerte que tenemos porque un ricachón ruso ha decidido abrir un gran teatro ruso en Barcelona. Teatro ruso inaugurado con una obra rusa en ruso a la que ha asistido básicamente un público ruso. Y tenemos que alegrarnos porque han elegido Barcelona para ello.

La siguiente noticia dice que los cines Alexandra echan el cierre. Al parecer, al gran mecenas ruso no le quedaba dinero para un cine menor en el que solían poner películas menores (menores en presupuesto, se entiende, que como bien sabemos es lo único relevante).

Y a continuación, como hecho expresamente, me cuentan que por fin se ha abierto otro cine multisalas en la que pondrán películas solo comerciales (nos aclaran que eso incluye películas de cualquier origen con la única condición de que se vendan bien las entradas, por si se nos olvidaba por un momento que lo único que importa es eso, el beneficio económico) pero con una gran cosa, serán en versión original. Y es que en Barcelona lo gafapasta se lleva, que sí, que son pelis comerciales, pero como son en VOSE no pasa nada (o en VOSC, que eso también nos gusta).

Luego viene el repaso de los títulares del día. Destaca el lío que se están haciendo las grandes eléctricas consigo mismas, que ya de tan descarado todo hasta les está dando un poco de vergüenza y se lo van a pensar un poco más, a ver cómo disimulan un poquito mejor eso de que se enriquecen con nuestra pobreza. Y luego Gallardón. Peazo Gallardón. Ya sin disimulos, que los derechos de las mujeres son derechos que no merecen ser tenido en cuenta. Tal cual. Aunque supongo que ni así será eso lo que entenderá su público.

Merche Negro nos cuenta que eso de opinar sin tener más conocimientos sobre los temas que opina que la mayoría de sus lectorxs no acaba de gustarle, así que por ahora lo deja. Raro, incluso dentro del periodismo que pretende escribir desde la izquierda. Y es que el peridismo actual tiene un problema grave de identidad. No se sabe si son filósofxs que deben hacer pensar a la población general (aunque sin preparación para hacer esa función), bufónxs que nos hagan reir son sus twits (jaja, lo retwuiteo cómodamente desde mi ordenador, qué daño que debo haberle hecho al sistema con mi retwuit), o transmisores de una información que la mayoría de la población no quiere recibir (demasiado cansado). Y posiblemente este párrafo me ha salido a imitación de alguno de los muchos artículos de opinión sobre el mismo tema.

Dice Alicia Murillo que parece que siempre tengamos que ser las mujeres las primeras en salir perdiendo, las primeras en ceder, y que está bastante hasta los ovarios de eso. También ha pasado siempre un poco eso con las posiciones de izquierda, por eso se dice que cuando izquierdas y derechas pactan, siempre sale un pacto de derechas. También lo decía el niño de Once upon a time (serie de derechas donde las haya, aunque es interesante ver como evoluciona el papel que se supone que deben tener mujeres y hombres idealmente en la sociedad), que los malos ganan porque los buenos tienen que actuar bien, y cumplir las normas y los pactos.

Suelo pensar que el problema no es ese sino la falta de coherencia. Pero soy rara, es así, tengo que recordármelo a menudo. Suelo pensar que la gente que empieza a luchar y luego lo deja, lo hace por lo mismo que yo, porque se desaniman al ver la incoherencia de la mayoría de gente. Da igual la lucha, en todas pasa, ser coherente es difícil y unx suele perderse en pequeñas luchas de poder que distraen del objetivo final, y mientras está en eso, se auto-traiciona, y luego ya es demasiado tarde.

Mientras miraba la televisión después de mucho tiempo sin hacerlo, he recordado por qué es agradable no mirarla. No es por evitar las malas noticias, es por no ver las malas noticias camufladas de buenas. Es por no ver cómo el foco se pone siempre hacia cuestiones poco relevantes o cómo nos dirigen la mirada personas que no saben mirar. Ya no entro en el tema de la mala fe. Ni siquiera es necesaria.

Antonio Turiel escribía hace poco sobre el problema de hablar para el coro, hablar para un público ya convencido que solo quiere oír lo que ya sabe. Así que la información difícilmente sale de los mismo círculos. Y mientras, la mayor parte de la población apenas sabe nada de cómo exactamente le están robando la cartera.

(Y esto, ves, es un mucho de bla bla bla que no aporta nada. Suerte que no soy periodista.)

jueves, 5 de diciembre de 2013

Compartir amores

- En realidad, lo que no quiero es verte y tener que contener las ganas de abrazarte, besarte, mimarte. ¿Por qué debería hacer eso? ¿Si a mí me parece bien y a ti también, qué sentido tiene renunciar a todo eso? En realidad, todo lo demás me importa bastante menos.

He leído esto y me ha parecido precioso. 

¿Por qué se plantea el poliamor como si estuviera diciendo que quiero compartir a una persona a la que quiero, como si estuviera perdiendo algo? De ahí todo el rollo de los celos, de las discusiones sobre su inevitabilidad y demás. Prefiero plantearmelo al revés, estoy ganando la opción de estar con personas que de otra manera quizá no querrían estar conmigo, porque dedicarían su exclusividad a otrx. Y estoy muy harta de ese muro infranqueable, que siempre tengo que respetar porque va contra mis principios hacer otra cosa.

martes, 3 de diciembre de 2013

C.

C. decide que esta noche deberíamos cenar algo. C. empieza a pensar en qué comeremos y llega a alguna conclusión.Visita la despensa y la nevera... y sale a comprar. C. vuelve de la compra, la guarda y empieza a cocinar. Un par de horas más tarde me llama, "a cenaaar". Cenamos mirando la tele, como siempre. C. termina antes que yo, pero se espera a que termine mi plato para levantarse y llevarse su plato y el mío. Yo me quedo embobada mirando la tele, y mientras, C. aprovecha para lavar los platos. El mismo ritual repetido una y otra noche.

C. es un hombre. Desde el feminismo teorizamos sobre el trabajo doméstico, las tareas de cuidado, cómo repartirlas, cómo valorizarlas. Desde los movimientos de izquierdas teorizamos sobre la creación de riqueza, el reparto del trabajo, la cooperación y la interdependencia. C. no habla demasiado, no suelta discursos, no justifica ni se queja ni pide nada a cambio. Se limita a hacer todo lo necesario.

A veces me ofrezco a ayudarlo y me dedico a pelar patatas un rato. A veces voy a comprar antes que llegue la hora límite y consigo preguntarle qué falta, qué necesita. A veces consigo hacer alguna maniobra para ser yo quien lave los platos, porque si lo hago diciendo que voy a hacerlo, nunca me deja. A veces lavo los platos a otras horas, lo que se ha acumulado por la mañana o al mediodía, aunque siempre es menos. A veces limpio un poco la cocina, o alguna otra zona común. Como gran cosa...

C. me cuida, siempre. Y me sonríe cada vez que nos cruzamos. Vivir con C. es hacer un cursillo avanzado de lo que es un hogar y de lo que es la familia, tal y como siempre había oído que debían ser. Por lo escrito hasta ahora, quizá pueda parecer que C. es mi pareja, pero nada más lejos... Nuestra relación se parece más a padre-hija que a otra cosa. A diferencia de la gran mayoría de personas a las que he conocido, aunque quizá dijeran otra cosa, C. cree realmente en la cooperación. Y la pone en práctica a cada momento.

Como ese día... A. estaba llorando, desesperado, como siempre que se enfada. C. lo cogió en brazos y se acercó a la ventana. Y empezó a decirle que se fijara en los coches. Y luego en las flores de los árboles. "Mira, ya están saliendo, aun son pequeñas, pero ya están creciendo; mira esa de allí, qué bonita, ya es grande". C. es el canguro ideal. 

Yo no tengo el gen ese de limpiar y ordenar que se supone que tenemos todas las mujeres. A veces leo que las mujeres debemos aprender a no cuidar tanto, para equiparar las cosas. En mi caso no tiene mucho sentido, y de tenerlo, no me cuesta demasiado aumentar mi grado de tolerancia con el caos. Quizá por eso creo que lo mío es aprender a parecerme un poco más a C. en tantas y tantas cosas... Hacer el esfuerzo de recordar, siempre, que lo que dejo de hacer tendrá que hacerlo otra persona, y que cargar trabajo de más sobre otras personas no está bien.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Compromiso

Volví a mirar el artículo sobre poliamor que supuso un antes y un después para mí. Al final de ese artículo, hay un vídeo de una conferencia de Marina Garcés sobre el compromiso. Nunca había llegado a escucharla, pero esta vez sí. Acabé por coger papel y boli y tomar notas. Luego vi que la propia Brigitte Vasallo había remarcado y traducido en su artículo uno de los fragmentos que más me llamaron la atención.

Reproduzco un fragmento a continuación (más o menos):

"Comprometre's és, en el fons, deixar-se comprometre [...]. Això vol dir [...], entrar en espais de vida que no podem aspirar a controlar del tot, implicar-nos en situacions que ens excedeixen, que ens exigeixen inventar respostes que no tenim i que no ens deixaran igual que érem. Tot compromís implica així una transformació, una transformació d'un mateix, forçosa, que no té resultats garantits. Això vol dir, finalment, que en aquest compromís que és deixar-se comprometre s'hi dóna una experiència de vulnerabilitat, la immunitat cau. [És una experiència de vulnerabilitat] que ens exposa i ens vincula als altres. I per això en fugim. El compromís, entès així, ens revela la veritat més desagradable per a l'individu modern, que és que existir és dependre."

Traducido (aun más inexactamente, porque no sé traducir):

"Comprometer-se es, en el fondo, dejarse comprometer. Esto quiere decir entrar en espacios de vida que no podemos aspirar a controlar completamente, implicarnos en situaciones que nos exceden, que nos exigen inventar respuestas que no tenemos y que no nos dejarán igual que éramos. Todo compromiso implica así una transformación, una transformación de uno mismo, forzosa, que no tiene resultados garantizados. Esto significa, finalmente, que en este compromiso que es dejarse comprometer, se da una experiencia de vulnerabilidad, la inmunidad cae. Es una experiencia de vulnerabilidad que nos expone y nos vincula a los demás. Y por eso huimos de ella (¿o de ello?). El compromiso, entendido así, nos revela la verdad más desagradable para el individuo moderno, que es que existir es depender."

Cuando lo escuche la primera vez casi me pongo a llorar (sí, tengo una llorera exageradamente fácil). Porque así es como me siento en todas mis luchas, extremadamente vulnerable. Y además, irremediablemente. Porque no es una elección, es inevitable. No puedo ser yo y ser indiferente a las cosas que me mueven. Hacer eso, que sería renunciar al compromiso, sería también renunciar a mí.

Así que primero está el hecho de encontrarte con que tienes que seguir un camino, y a continuación está el darte cuenta de que no tienes ni idea de hacia a donde va. No saber qué traerá, si será bueno o no. Siempre es así, cada vez que descubres una nueva identidad que forma parte de ti y que debes seguir, es así. Y a pesar de todo, comprometerse realmente es tomar la decisión (porque sí es una decisión) de asumir que eso es lo que debes hacer y que vas a asumir radicalmente las consecuencias que seguir ese camino te traiga.

Otro fragmento:

"Comprometre's no és apuntar-se a una causa, a un partit, a una ideologia, sino prendre posició en un món comú i assumir-ne radicalment les conseqüències."

Traducción (aprox.):

"Comprometerse no es apuntarse a una causa, a un partido, a una ideología, sino tomar posición en un mundo común y asumir radicalmente las consecuencias de hacerlo" 

Y aquí me voy directamente hacia Pornoburka, el libro que ha publicado recientemente Brigitte Vasallo. Según ella, un libro sobre identidades, aunque pueda verse también como un libro sobre un barrio (el Raval de Barcelona), o sobre la gentrificación (sobre la que escribía el SrChinaski recientemente). Identidades que acaban por comerse a las personas.

De nuevo, algo con lo que he chocado tantas veces. El cómo-debe-ser-una-feminista. O cómo debe ser una persona que tiene una identidad X. No por parte de la sociedad, sino dentro de mi propia cabeza. Y el descuadre de ver que una no puede estar siempre pendiente de esa identidad, sino que debe ser la identidad (la etiqueta) la que se construya a partir del yo. Pornoburka es un libro que cuenta lo que pasa cuando la identidad pasa por delante, cuando lo que quieres es pertenecer a una determinada tribu, casi a cualquier precio, incluso renunciando a lo que eres realmente. Volviendo a Marina Garcés, sería "apuntarse a una causa" antes que "tomar una posición y actuar coherentemente con ella" (o intentarlo). "Asumir radicalmente las consecuencias" de tu posición, puede significar tener que enfrentarte a esa tribu con la que teóricamente te identificabas. Y está bien que sea así, porque solo desde la diversidad (diversidad de seres, diversidad de posiciones) podemos construir algo que sea realmente útil y positivo para todxs.

Comprometerse, entendido así, es comprometerse con unx mismx y con el mundo. Y no hay otra manera. No es posible comprometerse a medias porque no es posible ser a medias. Aunque los caminos son tortuosos y a menudo unx siente que está desandando lo andado o yendo a la deriva. En cierto modo, es así. Y si solo lo hiciera una persona mientras el resto sigue igual, seguramente sería absurdo e inútil. Pero al hacerlo muchas personas a la vez, cada una con su camino, esto significa cambio, cambio hacia un lugar desconocido.

El Lobo estepario escribía que en toda revolución llega un punto en el que alguien que tiene poder toma la decisión de no disparar, de cambiar de bando de alguna manera. Y es cierto. El tema es... que eso forma parte de la revolución. Una revolución formada por todxs, lo sepamos o no. A fin de cuentas, no es una decisión tomada al azar, sino por alguna razón.

Marina Garcés nos invita a situarnos en la frontera entre el nosotrxs y el los otros. Y a situar en el exterior al nosotros a esas personas que nos roban (aunque sea cumpliendo con la legalidad vigente) las riquezas del mundo común. Una puede situar la frontera donde quiera, asumiendo que las fronteras no son estáticas, que fluctúan, y que quizá no sean demasiado nítidas. Me parece interesante la perspectiva de dejar en el "los otros" a quienes tienen el poder (el famoso 1%), y también me parece interesante la perspectiva de incluir a todo el mundo, incluso a ese 1% icónico que también participa de nuestra revolución continua, readaptando continuamente su poder a las nuevas corrientes. Me refiero aquí a eso que tantas veces me desespera de la facilidad con la que el capitalismo absorbe ideas teóricamente revolucionarias y anticapitalistas.

No soy optimista, he perdido mi optimismo por el camino. Y sin embargo, aun sintiéndome vulnerable, débil, por ello, sé que seguiré en este camino a ninguna parte, participando de una revolución sin fin, que no es más que una eterna lucha de poder por llegar a tener lo que considero que es mío (nuestro), un mundo común. Es peor intentar no hacerlo.

Ya he anotado en mi lista de pendientes el libro "Un mundo común" de Marina Garcés.